Traductor

Páginas

viernes, 7 de agosto de 2015

Capitulo 13: Sorpresa

N/A: Pero que malo es Jareth jejeje. Siempre planeando, siempre haciendo trampas. Y lo peor de todo, o lo mejor de todo (según a quien se lo preguntes), es que normalmente se sale con la suya. No hay más que ver cómo ha conseguido convencer a Sarah para que le dé una segunda oportunidad "sincerándose" con ella. Yo creo que nuestro querido rey tiene que volver a leer la palabra sinceridad en un diccionario, porque o yo estoy equivocada, que dudo mucho, o dista mucho del concepto que yo tengo de la sinceridad. Y es que, las medias verdades nunca los he considerado como tal. Llamadme extraña, loca incluso, si queréis, pero es así jeje.

Ahora viene el cortejo, ver cómo se camela a Sarah para que acepte su tercera opción. Espero que esta vez no haga que la chica huya de él, como la última vez que se le declaro (porque para mí lo fue) con eso de: Témeme, ámame y yo seré tu esclavo…

Ya lo siento Alexia por dejarte con la intriga, pero gracias por estar siempre ahí. Siempre me alegra leer tus comentario tas publicar una nueva entrada. Animándome a seguir escribiendo.

Ampa_Labyrinth me sacaste una sonrisa cuando leí que esto para ti es como una droga, de la misma forma que para mí vuestros comentarios lo son. Parece que podremos ser compañeras yonkis en esta travesía. Por ello, aquí te dejo algo de tu droga particular ;)

@ImposibleGirlAB, me encanta charlar contigo por el twitter. Se nota que adoras esta historia, y al rey que en él aparece, tanto como yo (aunque, ¿a quién no le puede gustar Jareth?) y, como te prometí aquí tienes una nueva entrega de mi fanfic que espero que te guste.

Una vez más deseo que este nuevo capítulo llegue a gustaros tanto como los anteriores y que me podáis mandar algún que otro comentario con vuestras opiniones y críticas constructivas. Hasta la fecha, los que he recivido me encantan y me animan, de modo que… ¡estaré esperando por más!

Disclamer: Los personajes de esta historia no son mías, sino de la película Labyrinth, aparte de Irina, Matt, su ahora ex novia, que por ahora no volverán a aparecer, aunque quien sabe si en el futuro sí, y un nuevo personaje que pronto aparecerá. Es una pena que Jareth no sea mío, qué sino… no estoy muy segura de que hubiera dicho las palabras adecuadas al final de la historia, como lo hizo Sarah. Es que, teniendo a semejante villano ofreciéndome todo lo que le ofrece a su cosa preciosa… Pufff

Y que conste, no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de emprender un bonito camino junto a los personajes de esta magnífica película que tanto marco mi infancia, y lo que no es la infancia XD (sigo teniendo las canciones de la película en mi móvil, ¡me encantan!).

Pero bueno, no os entretengo más, que querréis saber lo que pasará a continuación con nuestra entrañable pareja.


Capitulo 13: Sorpresa

Una semana. Habían pasado exactamente siete días, con sus respectivas noches, desde que di a parar a este extraño mundo que nada tenía que ver con el mío. Estaba ante un nuevo mundo. Una nueva vida. Una vida que me correspondía vivir de ahora en adelante en aquel lugar de locos a causa de mis estúpidos deseos, dichos en un momento de debilidad y embriagadez casi extrema. Si algo había aprendido de aquella vivencia era que hay que tener cuidado con lo que uno desea, pues se puede hacer realidad. Y no de la forma que uno espera. Bien había descubierto su peligrosidad y su similitud con una rosa – hermosa, pero espinosa – de la peor forma posible.

Al día siguiente de la charla con el monarca, este insistió en que desayunaran juntos. Así como almorzar y cenar. Es decir, que compartiesen cada comida en mutua compañía. Algo que pronto se convirtió en costumbre y, una vez que dejé atrás mi miedo a ser envenenada, me encontré a mí misma, aunque parezca sorprendente, disfrutando de su compañía. Por increíble que pareciese era un gran conversador y mejor oyente, además de que, con sus incontables chiquilladas, siempre conseguía hacerme sonreír muy a mi pesar. Otra de las cosas que me sorprendió de él. Desde nuestro primer encontronazo, aquella vez que pedí que se llevaran a mi hermano muy lejos de mí, siempre le había visto como alguien tenebroso, maligno, que nada tenía que ver con el hombre que aquellos días estaba junto a mí. Siempre dispuesto a complacerme y entretenerme de cualquier forma posible.

Y que Dios me coja confesada, pero lo cierto es que empezó a agradarme mi estancia allí. Es cierto que aún añoraba mi piso, mis amigos y mi familia, en especial al pequeño Toby. No había día que no me acordase de él y de su sonrisa mellada. Pero lo cierto es que, poco a poco, empecé a hacerme a la idea de que aquel sería mi vida. No quiero decir con ello que me había dado por vencida con la idea de escapar. Si se presentase la oportunidad, lo cogería sin pensármelo dos veces. Es solo que me estaba acomodando y que, a medida que los días que pasaban, me gustaba más aquel peculiar mundo donde todo era posible y nada era lo que parecía.

Cada día el rey de los goblins me llevaba a un nuevo lugar que yo, a causa de las prisas por recuperar a mi hermano en mi anterior viaje, no había tenido ocasión de apreciar como merecía. Me llevó a ver unas cataratas, en medio del bosque salvaje, donde el agua, de color rojo pues era vino, iba contra corriente y del que bebimos los dos. O esa vez que me mostró un árbol milenario que sabía hablar y que si acertabas una de sus adivinanzas te regalaba una de sus mágicas ramas, que según me confesó traía fortuna y amor a su portador. Y cómo olvidar de la vez que me llevó a la ciudad de los goblins donde, al parecer, aquellos seres iban a representar una cómica obra de teatro al aire libre, en el que casi me morí de la risa.

En definitiva, me estaba empapando de aquel sitio. Nunca, ni en mis mejores sueños infantiles, creí que vería tantas cosas maravillosas juntas con mis propios ojos.

- ¿Estás preparada?

El monarca había aparecido por la puerta, impecablemente vestido como siempre. Era una figura resplandeciente, rubia y erguida, con una levita verde esmeralda, adornado con brillantes en el cuello, los hombros y los puños. Llevaba un cuello almidonado de seda gris pálida y los puños resaltaban la palidez aristocrática de su piel. En las piernas, como siempre, llevaba unas mallas negras que dejaban poco a la imaginación y unas botas relucientes del mismo color.

- ¿Para qué?

- Para llevarte una sorpresa – me contestó divertido. – Y, antes de que me lo preguntes, no te pienso desvelarte nada más. Ni a dónde iremos, ni que te espera una vez allí. Es una sorpresa y, si mal no recuerdo, a ti te encantan las sorpresas.

- Venga, solo una pequeña pista.

- No, mis labios están sellados – hizo el amago de coserse la boca con aguja e hilo imaginarios, con la clara intención de robarme una sonrisa.

Nuestra relación había mejorado, poco a poco, desde la charla de aquel primer día. Puede que hubiese ayudado el hecho de que no volviese a besarme una vez más. Aunque me quedó bastante claro que lo hacía por mí, por no agobiarme, no porque no lo quisiera o deseara. Lo podía ver en sus ojos. En la forma que, a veces, se quedaba hechizado mirando a mis labios, cuando creía que no lo estaba observando. Y le agradecía aquel gesto, aquella contención de su parte. Puede que hubiesen pasado siete días, pero respecto a ese tema aún seguía más confusa que al principio. Además, y a pesar de que ya no lo tratase como el villano del cuento, más bien como un amigo o algo así, no me encontraba preparada para pensar en semejantes cosas. Tenía suficiente con hacerme a la vida a aquel lugar por ahora. Más que suficiente realmente.

- Por lo menos dime qué tipo de ropa debo ponerme. No seas tan malo.

- Algo elegante – fue su escueta respuesta –. Te espero fuera mientras te cambias. No tardes.

Dicho esto volvió a desaparecer tras la puerta.

Así pues, empecé a escoger lo que llevaría aquella noche, sin poder dejar de cavilar sobre a donde me pensaba llevar en aquella ocasión. Me decanté por un vestido grisáceo, con mangas cortas, y falda abullonadas. También me puse un collar de perlas y trencé mi pelo decorándolo con sartas de dicho adorno. No me maquillé mucho, solo me limité a pintarme un poco los labios y la raya de los ojos. Como ya tengo dicho, no soy muy dada a esas cosas. Cuando terminé de trabajar en mi apariencia, mirándome de arriba abajo al espejo, dándome un repaso completo, me di el visto bueno. Estaba malditamente elegante, aunque este mal decirlo.

En el momento que me vi a mí misma preparada, toqué la puerta con suavidad para hacer saber que estaba lista para partir. Aún no había descubierto la forma en la que se abría la dichosa puerta y, aunque podría preguntárselo a él directamente, mi orgullo me lo impedía. Lo descubriría por mí misma, de la misma forma que resolví su Labyrinth.

- Estas espectacular, mi Sarah – manifestó Jareth, tras abrir la puerta, obsequiándome con una elegante reverencia al verme nuevamente.

- Gracias, pero no soy tuya. Harás bien en recordarlo, Rey Goblin.

- ¿Preparada? – me contestó, no haciendo caso de mis últimas palabras. Como siempre hacía cuando oía algo que no quería o deseaba escuchar.

- Sí.

- Pues agárrate fuertemente a mí. La teletransportación es la forma más rápida de llegar a nuestro destino.

Dicho y hecho. Me acerqué a él, un poco suspicaz muy a mi pesar, y me sujeté fuertemente a su levita. No sea que me soltase en algún momento y me perdiese para siempre en algún plano paralelo donde reinaba la oscuridad. Sí, lo admito, he visto muchas películas, pero eso no lo convertía en menos cierto. Al mismo tiempo, sentí como él, a su vez, pasaba las suyas por mi cintura, acercándome aún más a él. Le miré frunciendo el ceño ante tanta cercanía.

- Es por tu integridad física, cosa preciosa, las primeras veces suelen ser difíciles y no querrás que algo te pase – negué con la cabeza tímidamente, tenerlo tan cerca me ponía nerviosa. ¿Por qué? No lo sé –. Ahora cierra los ojos y, antes de que te des cuenta, estaremos ahí – me susurró en la oreja quedamente.

Tan pronto como cerré los ojos, sentí una extraña sensación, un tirón, que me hizo pegarme más a su cuerpo. Sentía como si todo hubiese comenzado a dar vueltas a mí alrededor a una velocidad vertiginosa. Como cuando vuelves de fiesta, con tanto alcohol en sangre que de estornudar en una herida serías capaz de desinfectarlo, y te tumbas en la cama. En ese momento tu cama es la que empieza con ganas de fiesta, empezando a girar sobre sí misma como una noria que ha bebido más redbulls de lo que debería, porque no hay otra razón para esa velocidad infernal. Así terminas tú, con tu maltrecho cuerpo, cuyo único deseo es que te dejen dormir tranquilamente, teniendo que levantarte de aquella atracción para no vomitar en la cama. Pues la sensación, en aquel instante, era la misma.

No niego que me asusté un poco, puede que más que un poco, y que estuviese por echar hasta mi primera papilla, pero, por fortuna, aquella terrible sensación pronto cesó. Mi mareo en cambio parece ser que no tenía la intención de desaparecer así por así. Seguía sintiéndome francamente mal. Aún tuve que apoyarme un poco más en el Rey Goblin, antes de ser capaz de mantenerme por mí misma, cuando por fin la indisposición decidió desaparecer. Gracias a dios.

- Tranquila, uno se acostumbra a estos saltos. Ahora abre los ojos y mira.

No sé lo que me esperaba, pero no aquello. Ni por asomo. Volvía a estar en el Ballroom. Todo seguía tal y como lo recordaba, o casi. Poco era lo que había cambiado después de todos estos años.

Como la última vez, pensé que aquel salón había conocido la opulencia hacia tiempo. Entre las titilantes cornisas había colgadas muchas lámparas de araña, donde la cera, que había estado goteando quien sabe cuánto tiempo, había creado estalactitas. La seda que cubría las paredes se había desteñido y, por algunas partes, se encontraba raída. La sala estaba decoraba con burbujas contenidas dentro de una gran burbuja iridiscente. Un alto y dorado reloj de trece horas ocupaba el centro. Como si fuese el epicentro de la fiesta. Supongo que como un pequeño gesto para rememorar el pasado que compartíamos o algo similar.

Contemplé el baile que tenía lugar ante mis ojos y aquellos que bailaban, nos observaron con sumo interes a nosotros tras sus extrañas máscaras. Se podría decir que no pasamos desapercibidos por nadie de los allí presentes. No era para menos, no lucíamos como ellos. Los hombres lucían camisas de seda abiertas hasta la cintura y calzas ajustadas de terciopelo. Algunos llevaban sombreros de ala ancha con plumas, otros iban con capas o portaban bastones elaborados. Los vestidos de las mujeres, no obstante, dejaban al descubierto sus hombros y tenían un gran escote que terminaba en sus pechos, para deleite de los hombres, quienes las miraban con ojos lujuriosos. Cuando no lo estuvieran mirando a ellos dos por lo menos. Llevaban el pelo recogido hacia arriba y muchas usaban guantes largos, al estilo cena con diamantes.

- Te trae recuerdos, ¿verdad? – su voz sonaba muy cerca de mí, se había inclinado para poder ser escuchado sobre la música, algo que le daba al ambiente un toco íntimo – . Lo hice edificar después de que rompieras el antiguo Ballroom. Aunque esta vez te agradecería que te mantuvieras alejada de las sillas. Por precaución – bromeó.

- ¿Qué se celebra? – hice oídos sordos a lo que decía. No podía apartar la vista de aquellos que bailaban al son de la música en círculos perfectos con sus respectivas parejas. Mis ojos eran atraídos una y otra vez a ellos, a la hermosa imagen que formaban, de la misma forma que una polilla es atraída por la luz de una bombilla.

- Tu retornó. La vuelta del la vencedora del Labyrinth – cogió un par de máscaras que le entregaba un pequeño goblin que hacía de camarero. Supuse que ese era su papel por el diminuto traje que llevaba encima. Me ofreció una de ellas, la que tenía pinta de haber sido hecha con plumas de cisne negro. Era simplemente hermoso. Poseía detalles diseñados para llamar la atención de todos a los ojos. Las curvas de ribete de pluma de cisne negro maravillosamente colocado sobre la frente y la parte superior de la cabeza, para crear una línea suave pero astuta. No solo eso. Estaba adornado con pequeños diamantes creando sinuosas imágenes, que reflejaba cada partícula de luz de aquella sala. ¿Había dicho hermoso? Quería decir que era maravillosamente perfecto.

- Me alagas, pero no era necesario…

- Sí que lo es – atajó él, colocándome el precioso antifaz con extrema delicadeza –. Todo es poco cuando se refiere a ti, mi querida Sarah.

No dijimos nada más, pues pronto la gente empezó a acercarse a nosotros en grandes masas. Todos querían saber si yo era la Legendaria Sarah de la que todos hablaban, la única persona que resolvió el Labyrinth desde que el Underground era Underground. Muchos se paraban a hablar con el monarca sobre políticas de ese mundo que ni siquiera intenté comprender. Que si los trasgos habían hecho una incursión por las tierras del norte, que si los reyes del este le habían declarado la guerra a los del oeste por no sé qué tontería de unos pollos… En fin, era una completa locura que no me competía en absoluto. Al fin y al cabo, por mis sangres no corría ninguna pizca de sangre azul, solo era una plebeya. Además, aunque me interesase el tema en cuestión, me resultaría incomprensible. No conocía los reinos que existían aparte del Labyrinth, los reyes que los gobernaban, ni su geografía o historia. Tenía un vacío de conocimientos, que me impedía entender ni la mitad de lo que hablaba mi acompañante con sus interlocutores en sus agradables charlas. Y, aunque en cierta medida me molestase, puede que bastante, no lo di a entender. Cualquier interés por mi parte podría ser interpretado como que ya me estaba haciendo a la idea de vivir para el resto de mi vida en aquel lugar. Por lo que no abrí el pico.

Hubo una sucesión de personas, por llamarlos de alguna manera, infinita. Los nombres y títulos me daban vueltas en la cabeza por la saturación de información. Cada vez que una nueva persona se acercaba a nosotros, el monarca me los presentaba con grandes florituras y empleando incomprensibles títulos que, al segundo siguiente, se me olvidaban. Lo mio nunca habían sido lo de memorizar los nombres.

Me sentía fuera de lugar.

Como pude, conseguí escapar de ese grupo de locos que no paraban de hablar y de hacer preguntas. Me asfixiaban y me aburrían. Precisaba salir de allí con urgencia y tomar un poco de aire. El Rey Goblin, al estar tan ensimismado en aquellas absurdas charlas o poniéndose al día con las noticias de los reinos vecinos, no se entero como, sigilosamente como un gato, empecé a caminar hacia lo que me pareció que sería un pequeño y desierto balcón donde nadie me molestaría. Eso esperaba por lo menos.

Así fue, por lo menos durante un pequeño intervalo de tiempo.

La vista era hermosa. Desde aquel lugar era capaz de ver un bello crepúsculo que teñía el horizonte con preciosos naranjas, rojos y morado. Era como si el cielo sangrase de pena con la llegada de la noche mientras el sol hacía un último esfuerzo para permanecer en su eterno trono en el cielo. Siempre me ha gustado aquel momento del día. Era tan conmovedor. El fin de un día…

- Es precioso – dije para mí misma, sin percatarme siquiera que lo había dicho en voz alta.

- Sinceramente, no tanto como tú lo eres a mis ojos.

Sobresaltada, pues había creído estar sola en aquel apartado sitio, me di la vuelta para encarar a…

- ¿Tú? ¿No se suponía que hablabas con aquellas personas sobre una revolución en un reino de nombre impronunciable? ¿Y por qué te has cambiado de ropa? ¿Te han manchado?

Ahí estaba ante mí, el Rey Goblin, con la misma ropa pero, en vez de ser de color verde ahora lucía de color negro de cabeza a los pies.

- ¿Por qué, mi cisne negro? ¿Acaso no te gusta mi ropa? – me contestó guasón, acercándose a mi cual depredador acechando a su presa.

Paso que daba él hacia delante, paso que daba yo hacia atrás. Algo le pasaba, había algo extraño en él. No sabría decir el qué, pero algo no me cuadraba en todo esto. ¿Sería cosa del ambiente o acaso le había afectado algo de lo que había bebido como me pasó a mí? No, no era eso, era algo más, estaba segura, pero ¿el qué?.

Mi cuerpo, en un momento dado, se encontró con que no era posible seguir replegándose más. Se debía a que, tras de mí, se encontraba una barandilla de mármol blanco que, a no ser que saltase por encima de él, me impedía alejarme más de él. Estaba atrapada. Mierda.

- ¿Te han dicho alguna vez lo bella y hermosa que estás a la luz del atardecer, mi cisne? – su voz era sedosa, suave, pero no me dejé engañar por su aterciopelado tono. Algo extraño ocurría, lo sabía muy dentro de mí.

- No te acerques más – advertí, pero parece ser que mi advertencia cayó en saco roto, pues sus ojos me indicaban sus verdaderas intenciones y entre ellas no estaba el de alejarse por desgracia.

Vi como inclinaba lentamente su cabeza hacia la mía para besar mis labios. ¿Qué se creía aquel, que por montarme una fiesta, conseguirme aquella hermosa y cara máscara y llamarme preciosa volvería a besarme? Pues lo tenía claro. En especial desde que una vocecita dentro de mi cabeza no paraba de susurrarme que algo extraño le pasaba a aquel Jareth que tanto había cambiado desde que me alejé de él en la fiesa. Con la agilidad que te da la práctica, demasiados babosos y moscardones habían intentado apropiarse de mis lábios para aprender de la experiencia, le hice una perfecta cobra, impidiendo que nuestras bocas se juntaran. Cosa que le sorprendió. Lo pude apreciar por la forma que arqueó una de esas bien delineadas cejas. Parece ser que no estaba acostumbrado a que lo rechazaran.

- ¿Qué has hecho?

- En mi mundo, del que me sacaste, a esto se le llama hacer la cobra. Lo solemos hacer las mujeres cuando no queremos que los hombres se propasen con nosotros.

- ¿Y si intentará besarte una vez más, me volverías a hacer "la cobra"?

- Tú ponme a prueba y lo veras, reyezuelo, y te aseguro que no te gustará el resultado – amenacé.

Lo normal es que, cuando le dices eso a un hombre, más aún cuando se lo dices con ese tono de voz que no anuncia nada bueno para su salud, el hombre capte la indirecta y no te toque ni con un puntero láser. ¿Pues no va el muy merluzo y lo intenta nuevamente? Volvió a inclinarse con la clara intención de atrapar mis labios en un húmedo beso, pero, nuevamente, fui más rápida que él. Doblé mi rodilla derecha y, justo cuando sus labios estaban a escasos centímetros de mí y creía que conseguiría el ansiado contacto entre nosotros dos, le solté un buen rodillazo en sus partes nobles. Debo admitir que era mi golpe estrella. El que siempre empleaba cuando los hombres que se pasaban de listo. Cien por cien efectivo, lo tenía comprobado. Como a todos los de su género cuando le golpean sus preciadas joyas, el dolor se apoderó de él de forma súbita. Se agarró sus queridos y dañados huevos con muchísimo cariño, inclinándose por la mitad mientras los ojos le empezaban a brillar. No importa de qué mundo sea el hombre en cuestión, un rodillazo bien dado en las partes bajas deja tan fuera de combate tanto a uno de mi mundo como los de aquí. Solo había que ver al reyezuelo que bufaba con la cara roja, reflejando su horrible sufrimiento. Me sentí poderosa allí de pie, tan fuerte e invencible como una gigante, mirando como se retorcía por un tiempo en el suelo.

Desde mi posición le dediqué una pagada y maligna sonrisa.

- La que avisa no es traidora.

Soltó una pequeña risa entrecortada.

- Ya me advirtió mi hermano en su carta. Eres tal como te describió, alguien a quien hay que tener en cuenta. Lo tendré presente para la próxima.

- ¿Carta? ¿Hermano? - ¿de qué demonios hablaba Jareth? ¿El Rey Goblin tenía un hermano? ¿Y qué era eso de una carta? No entendía nada en absoluto. ¿Se podía saber a quien acababa de dejar incapacitado para procrear?

- Permíteme presentarme – contestó volviendo a su posición erguida cuando el dolor remitió un poco y le fue posible, para acto seguido obsequiarme con una pequeña pero elegante inclinación de cabeza. Estoy segura que habría sido más elaborado de no tener que evitar movimientos bruscos para no agravar el daño de su ingle – Soy Bargas, Rey de los Gancanagh y hermano mayor del Rey de los Goblins por dos minutos. Encantada de conocerte, Lady Sarah, vencedora del Labyrinth, poseedora de una patada mortal y la humana que derrotó a mi hermano en su juego – y, con una encantadora sonrisa, añadió guiñándome un ojo –. Ya era hora de que alguien le bajase los humos a ese reyezuelo, ¿no te parece?

1 comentario:

  1. impresionante!!! un hermano??? mejor aun jajaja me ha encantado en serio, por cierto, yo soy @ImposibleGirl_A en tw ;)

    ResponderEliminar