Traductor

Páginas

sábado, 22 de agosto de 2015

Capítulo 15: Viejos Amigos

N/A: Ahora ya sabemos los secretos que escondía Jareth y sobre sus tres opciones, pero ahora, con la llegada de su gemelo malvado, quien, como bien has supuesto Corazón de Piedra Verde, no es para nada indiferente a Sarah, aparece otra nueva incógnita. ¿Por qué odia a su hermano? ¿Qué planes tendrá para hundirlo? Ya hemos sido capaz de ver lo bueno que es manipulando a Sarah. No hay más que ver cómo le ha clavado la botella a Jareth, escena que a mí me hizo mucha gracia al escribir, aunque me dio pena Jareth.

Este capítulo va para mis hermanos pequeños. La pequeña adora a Ludo, la he visto más de una vez imitarlo en casa. Mientras que a mi hermanito le encanta Sir Didymus, os juro que cuando grita: ¡Ambrosius, ven aquí! Le sale clavadito. Es un encanto. Para algo debió de servir que yo les atiborrase con esta preciosa película de pequeños.

Me cuerdo las veces que les obligaba a limpiar su cuarto o que se portasen bien bajo la amenaza de: Diré las palabras. Teníais que ver el miedo que pasaban. Algunas veces iba a más y empezaba a decirlas, cosa que los hacía llorar de miedo porque realmente creían que Jareth vendría a por ellos. Si lo sé, soy cruel, al igual que Jareth XD

Y después de estas pequeñas anécdotas, una vez más deseo que este nuevo capítulo llegue a gustaros tanto como los anteriores y que me podáis mandar algún que otro reviews o mensaje privado con vuestras opiniones y críticas constructivas. Hasta los de ahora me encantan y me animan, de modo que… ¡estaré esperando por más!

Aclaración: Los personajes de esta historia no son mías, sino de la película Labyrinth, aparte de Irina, Matt, su ahora ex novia, que por ahora no volverán a aparecer, aunque quien sabe si en el futuro sí, Bargas, el gemelo de nuestro rey y otros dos personajes que pronto harán acto de presencia. Es una pena que Jareth no sea mío, qué sino… no estoy muy segura de que hubiera dicho las palabras adecuadas al final de la historia, como lo hizo Sarah. Es que, teniendo a semejante villano ofreciéndome todo lo que le ofrece a su cosa preciosa… Pufff

Y que conste, no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de emprender un bonito camino junto a los personajes de esta magnífica película que tanto marco mi infancia, y lo que no es la infancia XD (sigo teniendo las canciones de la película en mi móvil, ¡me encantan!).


Capítulo 15: Viejos Amigos

- ¿Por qué me has traído aquí?

Después de que nos hubiésemos desvanecido, literalmente, de la fiesta, fuimos a parar a… nada más y nada menos que… ¡El castillos más allá de la ciudad de los Goblins! ¡Estaba de vuelta al lugar que había sido mi prisión desde hace una semana!

Qué queréis que os diga, yo esperaba que este monarca, hermano del innombrable ese, me llevase, cuan caballero de brillante armadura, a mi casa, a mi mundo, para poder estar con los mios. No es que pidiese la luna tampoco. O, en su defecto, a algún lugar lejos del dominio del Rey de los Goblins. A algún lugar donde él no pudiese encontrarme. Porque, si algo tenía claro, era que, de sobrevivir a la herida que le infligí, vendría a por mi para hacerme pagar mi crimen multiplicado por cien, como mínimo. Él no era de esos que perdonaba una afrenta, ni mucho menos. Haría que desease estar muerta mucho antes de que llegase mi hora, estaba segura. Bendita sea el momento que, en un arrebato de locura instantánea, lo había apuñalado. Pero volviendo a lo que estaba hablando. En vez de haber dejado tierra de por medio, aquí estaba una vez más, en su castillo. No entendía el por qué. Yo deseaba, como pocas cosas he deseado alguna vez en mi vida, alejarme lo más que pudiera de aquel lugar.

- Rescatar a tus amigos – contestó tranquilamente –. Puede parecerte un poco indiscreto, pero oí la “amigable” charla que tuviste con mi hermanito – sonrió con picardía al pronunciar la palabra amigable, lo que me hizo sonreír a mi vez – y me tomé la licencia de sumar dos por dos. Sé que tus amigos están prisioneros y, da la casualidad, de que yo sé cómo llegar hacia ellos. Mi hermano es muy fácil de leer. Ya de pequeño siempre escondía las cosas en los mismos sitios. Por eso te traje aquí, para ayudarte a liberarlos. Además, si gracias a esta buena obra me empiezas a considerar un amigo de confianza, tanto mejor.

Mi indignación inicial por verme arrastrada una vez más a este castillo se evaporó, como por arte de magia al escucharlo. Aquel hombre que tenía delante, el hermano mayor del monarca que no me traía más que problemas, se estaba ofreciendo a sí mismo para echarme una mano, pese a los problemas que de seguro le causaría aquel acto de altruismo cuando su participación saliera a la luz. Si algo había aprendido cuando me di cuenta que mis amigos estaban prisioneros, era que al Rey de los Goblins no le agradan los traidores y que les hacía pagar con creces la osadía de levantarse contra él. No creo que el compartir sangre con un judas le impidiese penar el socorrerme.

Más que nunca en mi vida necesitaba alguien en la que apoyarme y ahí estaba él, ofreciéndome su hombro. La gratitud me embargó. Jamás podría llegar a agradecerle su ofrecimiento desinteresado. Ese gesto me llegó al alma. Se podía apreciar que no era para nada como su hermano.

Aún así, no quería que nadie más sufriera por mi causa. Y visto estaba que todos los que me echaban una mano no terminaban bien. No quería que le pasara lo mismo a él. No quería que saliese lastimado a la única persona que me ayudó desde que volví a este mundo.

- Gracias, Rey Bargas, agradezco su ofrecimiento, pero…

- Nada de peros, hermosa Sarah – me cortó – , y por favor llámame Bargas. De la misma forma en la que yo te llamo por tu bello nombre. Nunca me ha gustado utilizar el protocolo con preciosidades como tú. Además, esa sería el mejor pago posible por mis servicios. ¿Te parece bien?

Le dediqué una pequeña sonrisa. Era un encanto de hombre, eso no lo podía negar.

- Está bien, R… Bargas – vi como asentía divertido al rectificar yo mis palabras.

- Perfecto – contestó dando una palmada –. Ahora en marcha. No me cabe duda de que mi hermano ya ha sentido nuestra presencia en su querido castillo y que aparecerá hecho una furia por todo lo ocurrido.

Esas palabras encogieron mi pequeño corazón. A mi mente vinieron posibles represalias que el Rey Goblin podría emplear a su hermano por echarme un cable y eso no podía consentirlo. No volvería a cargar con la culpa de que alguien sufriera nuevamente por mí. Por ello, al ver que comenzaba a caminar, lo paré posando una mano sobre su hombro.

- No quiero causarte problemas, Bargas, ni que el Rey Goblin te hiera por mí. Ya has hecho suficiente y te lo agradezco con todo mi corazón, pero será mejor que me indiques el camino y sea yo sola la que rescate a mis amigos. Así nadie podrá acusarte de ser cómplice.

Su carcajada revotó en las paredes de piedra.

- Bella Sarah – me cogió las manos, una vez que pudo controlar su risa, y los posó sobre su corazón –. Tu preocupación por mí me conmueve, pero no has de temer. Recuerda lo que te dije antes en el balcón. A día de hoy, los poderes de Jareth no son lo que una vez fueron De llegar a producirse un confortamiento mágico, creo ser capaz de escapar vivo. Además, – hizo aparecer una pluma negra en una de sus manos que, al desaparecer con un movimiento de mano, hizo que la apariencia de Bargas cambiase. Ante mi no se encontraba la copia casi perfecta del Rey Goblin, sino un hombre de apariencia anodina – con esta apariencia no me reconocería ni mi propia madre. No solo el cambio se encuentra en la forma física, sino en mi firma mágica. Por lo que, aunque seamos descubiertos, nadie sabrá que he sido yo quien te ha ayudado. De modo que, en el futuro, podré seguir haciéndolo. ¿Qué te parece mi plan, mi querida cisne?

- Estoy impresionada, pero...

- Ya te he dicho que nada de peros. Solo debes decir que me coaccionaste para traerte aquí si nos atrapan y listo. Nada más. Yo me encargo de lo de demás.

Una de sus enguantadas manos acarició el óvalo de mi cara con ternura.

- No tengas miedo por tu persona tampoco, no dejaré que te dañe ni te mate hoy en mi presencia. Sería una verdadera pena que privase al mundo de algo tan exquisito como tú. Por ello… - apartó la mano de mi cara y, comiéndolo con elegancia en el aire, hizo aparecer una enjoyada daga – te daré este obsequio para que puedas defenderte de él en el futuro cuando yo no esté ahí para ti.

Lo acepté sobrecogida. Nunca en mi vida había tenido un arma en mi mano, aparte de la botella rota que utilicé hace unos momentos. No sabía qué hacer con él o si sería capaz de utilizarlo. Si había sido capaz de dañar a mi archienemigo antes había sido en un momento de locura, pero cuando se tiene la cabeza fría las cosas cambian. Jamás me ha gustado dañar a los demás, ni verbal ni físicamente. Es verdad que he dado mis patadas, pero siempre en autodefensa o cuando me controlaba la ira. Puede que la razón de ello fuese que, en mi pasado, había sido dañada de tal manera emocionalmente, que no deseaba hacerle pasar por lo mismo a otros.

Al ver mi parálisis, creo a su vez una funda a partir de otra pluma negra y me explicó cómo utilizarlo, así como la forma de guardarlo para que nadie se diese cuenta de que llevaba conmigo un arma blanca, aunque nunca tuviese que emplearlo. Lo que era mi intención.

Una vez preparada para cualquier imprevisto y más tranquila al no tener la daga entre mis manos, comenzamos a correr los dos juntos mientras él hacía de guía y me indicaba el camino a seguir. A nuestro paso vimos a pequeños y sorprendidos goblins que se apartaban de nuestro camino. Ninguno nos plantó cara. Eso me tranquilizó. No quería luchar con nadie, pues eso solo llegaría a retrasarnos, algo que solo conseguiría que fuésemos atrapados por el monarca de este castillo con las manos en la masa antes de tener una oportunidad de llevar a cabo a lo que habíamos venido a hacer. No podía permitir que eso pasase.

Según parecía aún no había llegado a sus peludos oídos mi ataque contra su monarca. De no ser así, no me cabía ni el menor atisbo de dudas de que no se hubiesen quedado tan tranquilos viéndome pasar, habrían actuado en consecuencia. Esperando que así su rey les diese una recompensa por reducir a una criminal como yo.

Mi ritmo cardíaco fue elevándose exponencialmente, tal era mi impaciencia por aquel reencuentro y mi miedo a ser descubierta antes de sacar a mis amigos de donde los tenían retenidos. Sorteamos grupos de goblins, recorrimos un interminable pasillo llena de engañosas puertas, subimos una escalera que a cada paso parecía alargarse más y más, hasta por fin llegar a la sala de tronos. Ahí estaba, al final de las escaleras, una puerta alta y estrecha, por la que se podía vislumbrar el trono, con el buitre, fiel metáfora de la persona que se sentaba en él, posado encima.

La cámara estaba desierta. En el centro estaba una cuna vacía que una vez Toby ocupó, así como Dios sabe cuántos niños más. Desde su percha, el buitre, que supuse que sería la mascota del Rey Goblin, cambiaba el peso de una pata a otra. Abrió el pico e hizo un ruido, similar a una risa espantosa. Haciendo que se me erizase el bello de todo el cuerpo, pero no me dejé amedrentar, tenía una misión que cumplir.

La única salida de aquella cámara, aparte de por donde habíamos entrado, eran unas escaleras que había a un lado del trono. Y, aunque no veía a donde llevaban, bien recordaba a dónde desembocaba gracias a mi última visita. Las locas escaleras que parecían obra de una mente demente, por la forma ilógica y caótica por la que estaban construidas. Haciendo fácil que cualquiera que se adentrase en él se perdiese inevitablemente para el resto de su vida. Que, algo me decía, era la finalidad de su edificación.

Corrimos hacia allí con cuidado de no pisar los huesos de pollo medio roídos, los tomates podridos, las peras aplastadas y demás basura que llenaba el suelo. Ciertamente ese lugar necesitaba una gran limpieza. Parecía que aquel reino no poseía dicha palabra en su diccionario. Me recordaba a un piso de estudiantes masculino. Cuanto se notaba que no había más que hombres por ahí. Una mujer no habría dejado todo hecho una pocilga, ni siquiera yo, y eso que era un poco desordenada, pero nada en comparación con esto que tenía ante mí. Hasta el más desastre a la hora de ordenar su cuarto parecía Don Limpio viendo aquello. Y no estaba exagerado por desgracia.

- Qué asco de lugar. Sabía que Jareth no era lo que se diga pulcro, al igual que sus plebeyos, pero esto supera todo lo imaginable – un rictus de desagrado se hizo notar en la cara de Bargas al ver semejante estado. Sacó un pañuelo negro de su impecablemente arreglado chaqueta y se llevó a la nariz –. Cuando terminemos aquí te llevaré a mis tierras, a mi castillo, ahí sí que se puede estar sin miedo de pisar excrementos de animales o algo peor – me informó mientras esquivaba algo que preferí no identificar. No sea que me diesen arcadas con solo saber lo que era.

Subimos las escaleras corriendo directos hacia la luz que emanaba. Era una escalera larga, que giraba varias veces. Me encontraba resoplando cuando llegamos al final y dimos a parar en una plataforma de piedra.

Encima, debajo o a mí alrededor, no lo sabría decir muy bien, había sala de piedras con tantas escaleras, balcones, ventanas y puertas a diferentes alturas y extraños ángulos unas respecto a otras que no tenían ni de lo que era arriba o abajo, cerca o lejos, dentro o fuera, atrás o delante. Los planos se invertían mientras los observábamos, las esquinas hundidas de pronto sobresalían, los escalones que ascendían se daban la vuelta, los suelos se convertían en techos y las paredes se transformaban en precipicios. En aquella sala, la ley de la gravedad había sido revocada, y la perspectiva tenía siete dimensiones, por no decir más. Si hubiera habido agua recorriendo aquella peculiar cámara, habría parecido fluir hacia arriba y me hubiese parecido la cosa menos extraña y más natural del mundo.

Al igual que la vez anterior, me sentí aturdida y mareada, obligándome a agarrarme a una columna para mantenerme derecha mientras mi sentido de la orientación se me escapaba por los poros.

- Parece que una nunca se hace a este lugar – susurré para mí misma.

Conforme contemplaba la sala, se iba modificando. De no ser por Bargas, estaba segura de que me hubiese perdido nada más dar un paso, quien con infinita paciencia me indicaba qué camino seguir.

Con la espalda apoyada a la pared a causa del vértigo que seguía produciéndome aquella estancia, avanzamos por la plataforma. Continuamos caminando, hasta que por fin Bargas paró sin ningún aviso previo, ante una puerta de roble que había conocido días mejores en el pasado, ocasionando que me chocara contra él. Se rió ricamente, haciendo que el sonido rebotara en el ambiente a causa del eco.

- Sé que soy irresistible para las féminas, pero no esperaba que te tirases a mis brazos tan pronto.

- Jaja, que gracioso – le contesté sacándole la lengua, que no hizo más que hacerlo reír aún más. No le presté atención, estaba ansiosa de terminar con toda esta experiencia. No estaba para tontería – ¿Es esta la puerta? ¿Hemos llegado?

- Esta es la puerta, querida Sarah, detrás de él se encuentran tus amigos, pero antes de que lo abras y los liberes debes hacerme un favor.

- Por supuesto.

- Pídeme que te prometa algo, que te de mi palabra, y, cuando consigas mi promesa, pídeme que te ayude a sacarlos de ahí. Confía en mí, es la única forma de que puedas evitarme problemas.

No lo entendía muy bien, pero si con ello podía devolverle el favor que me estaba haciendo y le ayudaba a capear posibles reprimendas o castigos, estaba dispuesta a hacerlo. Se lo merecía.

- ¿Me prometes algo, Bargas? ¿Me darías tu palabra de ello?

- Por supuesto, tienes mi palabra – asintió jocoso.

- Ayúdame a liberar a mis amigos del olvidadero sin ningún mal.

- Dalo por hecho, mi querida cisne.

Y así, apartándose de la puerta con floritura para ofrecerme los honores de abrirlo con una elegante reverencia, di un paso hacia delante posando la mano en el picaporte de madera, abriéndolo de par en par. Ante mí se abría un espacio oscuro y húmedo, que no me traía gratos recuerdos, pero no dejándome amedrentar, y con la cabeza bien en alto, di un paso al interior haciendo que la oscuridad me engullese a mi vez.

- ¿Sir Didymus, Hoggle, Ludo? ¿Estáis ahí amigos? Soy Sarah y he venido a por vosotros.

Al principio no pude oír ni ver nada, pues mis ojos aún no se habían hecho a la oscuridad. Me asusté. ¿Podría ser que Bargas se hubiese confundido de puerta? ¿O acaso había llegado demasiado tarde? ¿Les habría hecho el Rey Goblin algo irreparable como... como la m... como la muerte? Pero entonces oí unos pequeños pasos, como de unos diminutos pies arrastrándose por el suelo.

- Sarah… ¿amiga? – una profunda y familiar voz que denotaba una inmensa alegría, fue la primera que oí. Por muchos años que transcurrieron desde la última vez que lo oí, jamás podría haberme confundido de a quien pertenecían esas palabras.

- ¿Eres tú, milady? – la esperanza apenas contenida se escuchó en esta segunda voz que tanto quería.

- Ya te ha costado venir a por nosotros, Sarah – y repuso por último una entrañable, pero gruñona voz.

¡Eran ellos, mis amigos! ¡Estaban vivos!

Salté, sin pensármelo dos veces, hacia el lugar donde provenían aquellas palabras. Ahí estaban, con los brazos abiertos para mí, mis queridos amigos. Hubo besos y abrazos, disculpas y agradecimientos, en ese emotivo reencuentro. En ningún momento me echaron en cara que su situación era por mí o que los hubiera olvidado durante estos ocho años. Todo lo contrario, fue como si nunca me hubiese ido. Su cariño por mí seguía intacto. Todo era tal y como había sido hacia tanto tiempo, para mi dicha y

- Siento interrumpir este momento tan entrañable, pero el tiempo se nos agota. Salid fuera y agarraos a mí, os sacaré de aquí antes de que venga…

- Demasiado tarde – se oyó una enfadada voz al otro lado de la puerta.

Todos juntos y temerosos por lo que encontraríamos una vez que estuviésemos nuevamente en la sala de las locas escaleras, salimos hechos una piña. Y ahí estaba él, el Rey Goblin con cara de pocos amigos y sin ninguna herida visible, en compañía de una pareja con porte real. Quienes miraban la escena con curiosidad mal disimulaba, estaba claro que querían saber cómo acabaría todo aquello.

Los ojos del monarca se fijaron en mí, como un búho que fija su vista en su presa.

- Hola, Sarah.

- H... hola - más que hablar tartamudeé asustada por lo que podía esperar a continuación.


- Dime, cosa preciosa, ¿realmente creías que escaparías de mí?

3 comentarios:

  1. ahhhh necesito maaas!! odio como me quedo con ganas de mas al final jajajaja xDD Bargas me da tanta mala espina que diooos xDDD me encanta en serio sigue asiii

    ResponderEliminar
  2. Por favor no dejes de escribir, estoy enganchada a tu historia

    ResponderEliminar
  3. Espero no te hayas olvidado de los que te leemos, ha pasado el tiempo pero aun espero una actualización de este magnifico fanfic.

    ResponderEliminar