N/A:
Ahora
ya sabemos los secretos que escondía Jareth y sobre sus tres
opciones, pero ahora, con la llegada de su gemelo malvado, quien,
como bien has supuesto Corazón de Piedra Verde, no es para nada
indiferente a Sarah, aparece otra nueva incógnita. ¿Por qué odia a
su hermano? ¿Qué planes tendrá para hundirlo? Ya hemos sido capaz
de ver lo bueno que es manipulando a Sarah. No hay más que ver cómo
le ha clavado la botella a Jareth, escena que a mí me hizo mucha
gracia al escribir, aunque me dio pena Jareth.
Este
capítulo va para mis hermanos pequeños. La pequeña adora a Ludo,
la he visto más de una vez imitarlo en casa. Mientras que a mi
hermanito le encanta Sir Didymus, os juro que cuando grita:
¡Ambrosius, ven aquí! Le sale clavadito. Es un encanto. Para algo
debió de servir que yo les atiborrase con esta preciosa película de
pequeños.
Me
cuerdo las veces que les obligaba a limpiar su cuarto o que se
portasen bien bajo la amenaza de: Diré las palabras. Teníais que
ver el miedo que pasaban. Algunas veces iba a más y empezaba a
decirlas, cosa que los hacía llorar de miedo porque realmente creían
que Jareth vendría a por ellos. Si lo sé, soy cruel, al igual que
Jareth XD
Y
después de estas pequeñas anécdotas, una vez más deseo que este
nuevo capítulo llegue a gustaros tanto como los anteriores y que me
podáis mandar algún que otro reviews o mensaje privado con vuestras
opiniones y críticas constructivas. Hasta los de ahora me encantan y
me animan, de modo que… ¡estaré esperando por más!
Aclaración:
Los
personajes de esta historia no son mías, sino de la película
Labyrinth, aparte de Irina, Matt, su ahora ex novia, que por ahora no
volverán a aparecer, aunque quien sabe si en el futuro sí, Bargas,
el gemelo de nuestro rey y otros dos personajes que pronto harán
acto de presencia. Es una pena que Jareth no sea mío, qué sino…
no estoy muy segura de que hubiera dicho las palabras adecuadas al
final de la historia, como lo hizo Sarah. Es que, teniendo a
semejante villano ofreciéndome todo lo que le ofrece a su cosa
preciosa… Pufff
Y
que conste, no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el
placer de emprender un bonito camino junto a los personajes de esta
magnífica película que tanto marco mi infancia, y lo que no es la
infancia XD (sigo teniendo las canciones de la película en mi móvil,
¡me encantan!).
Capítulo
15: Viejos Amigos
-
¿Por qué me has traído aquí?
Después
de que nos hubiésemos desvanecido, literalmente, de la fiesta,
fuimos a parar a… nada más y nada menos que… ¡El castillos más
allá de la ciudad de los Goblins! ¡Estaba de vuelta al lugar que
había sido mi prisión desde hace una semana!
Qué
queréis que os diga, yo esperaba que este monarca, hermano del
innombrable ese, me llevase, cuan caballero de brillante armadura, a
mi casa, a mi mundo, para poder estar con los mios. No es que pidiese
la luna tampoco. O, en su defecto, a algún lugar lejos del dominio
del Rey de los Goblins. A algún lugar donde él no pudiese
encontrarme. Porque, si algo tenía claro, era que, de sobrevivir a
la herida que le infligí, vendría a por mi para hacerme pagar mi
crimen multiplicado por cien, como mínimo. Él no era de esos que
perdonaba una afrenta, ni mucho menos. Haría que desease estar
muerta mucho antes de que llegase mi hora, estaba segura. Bendita sea
el momento que, en un arrebato de locura instantánea, lo había
apuñalado. Pero volviendo a lo que estaba hablando. En vez de haber
dejado tierra de por medio, aquí estaba una vez más, en su
castillo. No entendía el por qué. Yo deseaba, como pocas cosas he
deseado alguna vez en mi vida, alejarme lo más que pudiera de aquel
lugar.
-
Rescatar a tus amigos – contestó tranquilamente –. Puede
parecerte un poco indiscreto, pero oí la “amigable” charla que
tuviste con mi hermanito – sonrió con picardía al pronunciar la
palabra amigable, lo que me hizo sonreír a mi vez – y me tomé la
licencia de sumar dos por dos. Sé que tus amigos están prisioneros
y, da la casualidad, de que yo sé cómo llegar hacia ellos. Mi
hermano es muy fácil de leer. Ya de pequeño siempre escondía las
cosas en los mismos sitios. Por eso te traje aquí, para ayudarte a
liberarlos. Además, si gracias a esta buena obra me empiezas a
considerar un amigo de confianza, tanto mejor.
Mi
indignación inicial por verme arrastrada una vez más a este
castillo se evaporó, como por arte de magia al escucharlo. Aquel
hombre que tenía delante, el hermano mayor del monarca que no me
traía más que problemas, se estaba ofreciendo a sí mismo para
echarme una mano, pese a los problemas que de seguro le causaría
aquel acto de altruismo cuando su participación saliera a la luz. Si
algo había aprendido cuando me di cuenta que mis amigos estaban
prisioneros, era que al Rey de los Goblins no le agradan los
traidores y que les hacía pagar con creces la osadía de levantarse
contra él. No creo que el compartir sangre con un judas le impidiese
penar el socorrerme.
Más
que nunca en mi vida necesitaba alguien en la que apoyarme y ahí
estaba él, ofreciéndome su hombro. La gratitud me embargó. Jamás
podría llegar a agradecerle su ofrecimiento desinteresado. Ese gesto
me llegó al alma. Se podía apreciar que no era para nada como su
hermano.
Aún
así, no quería que nadie más sufriera por mi causa. Y visto estaba
que todos los que me echaban una mano no terminaban bien. No quería
que le pasara lo mismo a él. No quería que saliese lastimado a la
única persona que me ayudó desde que volví a este mundo.
-
Gracias, Rey Bargas, agradezco su ofrecimiento, pero…
-
Nada de peros, hermosa Sarah – me cortó – , y por favor llámame
Bargas. De la misma forma en la que yo te llamo por tu bello nombre.
Nunca me ha gustado utilizar el protocolo con preciosidades como tú.
Además, esa sería el mejor pago posible por mis servicios. ¿Te
parece bien?
Le
dediqué una pequeña sonrisa. Era un encanto de hombre, eso no lo
podía negar.
-
Está bien, R… Bargas – vi como asentía divertido al rectificar
yo mis palabras.
-
Perfecto – contestó dando una palmada –. Ahora en marcha. No me
cabe duda de que mi hermano ya ha sentido nuestra presencia en su
querido castillo y que aparecerá hecho una furia por todo lo
ocurrido.
Esas
palabras encogieron mi pequeño corazón. A mi mente vinieron
posibles represalias que el Rey Goblin podría emplear a su hermano
por echarme un cable y eso no podía consentirlo. No volvería a
cargar con la culpa de que alguien sufriera nuevamente por mí. Por
ello, al ver que comenzaba a caminar, lo paré posando una mano sobre
su hombro.
-
No quiero causarte problemas, Bargas, ni que el Rey Goblin te hiera
por mí. Ya has hecho suficiente y te lo agradezco con todo mi
corazón, pero será mejor que me indiques el camino y sea yo sola la
que rescate a mis amigos. Así nadie podrá acusarte de ser cómplice.
Su
carcajada revotó en las paredes de piedra.
- Bella
Sarah – me cogió las manos, una vez que pudo controlar su risa, y
los posó sobre su corazón –. Tu preocupación por mí me
conmueve, pero no has de temer. Recuerda lo que te dije antes en el
balcón. A día de hoy, los poderes de Jareth no son lo que una vez
fueron De llegar a producirse un confortamiento mágico, creo ser
capaz de escapar vivo. Además, – hizo aparecer una pluma negra en
una de sus manos que, al desaparecer con un movimiento de mano, hizo
que la apariencia de Bargas cambiase. Ante mi no se encontraba la
copia casi perfecta del Rey Goblin, sino un hombre de apariencia
anodina – con esta apariencia no me reconocería ni mi propia
madre. No solo el cambio se encuentra en la forma física, sino en
mi firma mágica. Por lo que, aunque seamos descubiertos, nadie
sabrá que he sido yo quien te ha ayudado. De modo que, en el
futuro, podré seguir haciéndolo. ¿Qué te parece mi plan, mi
querida cisne?
- Estoy
impresionada, pero...
- Ya
te he dicho que nada de peros. Solo debes decir que me coaccionaste
para traerte aquí si nos atrapan y listo. Nada más. Yo me encargo
de lo de demás.
Una
de sus enguantadas manos acarició el óvalo de mi cara con ternura.
- No
tengas miedo por tu persona tampoco, no dejaré que te dañe ni te
mate hoy en mi presencia. Sería una verdadera pena que privase al
mundo de algo tan exquisito como tú. Por ello… - apartó la mano
de mi cara y, comiéndolo con elegancia en el aire, hizo aparecer
una enjoyada daga – te daré este obsequio para que puedas
defenderte de él en el futuro cuando yo no esté ahí para ti.
Lo
acepté sobrecogida. Nunca en mi vida había tenido un arma en mi
mano, aparte de la botella rota que utilicé hace unos momentos. No
sabía qué hacer con él o si sería capaz de utilizarlo. Si había
sido capaz de dañar a mi archienemigo antes había sido en un
momento de locura, pero cuando se tiene la cabeza fría las cosas
cambian. Jamás me ha gustado dañar a los demás, ni verbal ni
físicamente. Es verdad que he dado mis patadas, pero siempre en
autodefensa o cuando me controlaba la ira. Puede que la razón de
ello fuese que, en mi pasado, había sido dañada de tal manera
emocionalmente, que no deseaba hacerle pasar por lo mismo a otros.
Al
ver mi parálisis, creo a su vez una funda a partir de otra pluma
negra y me explicó cómo utilizarlo, así como la forma de guardarlo
para que nadie se diese cuenta de que llevaba conmigo un arma blanca,
aunque nunca tuviese que emplearlo. Lo que era mi intención.
Una
vez preparada para cualquier imprevisto y más tranquila al no tener
la daga entre mis manos, comenzamos a correr los dos juntos mientras
él hacía de guía y me indicaba el camino a seguir. A nuestro paso
vimos a pequeños y sorprendidos goblins que se apartaban de nuestro
camino. Ninguno nos plantó cara. Eso me tranquilizó. No quería
luchar con nadie, pues eso solo llegaría a retrasarnos, algo que
solo conseguiría que fuésemos atrapados por el monarca de este
castillo con las manos en la masa antes de tener una oportunidad de
llevar a cabo a lo que habíamos venido a hacer. No podía permitir
que eso pasase.
Según
parecía aún no había llegado a sus peludos oídos mi ataque contra
su monarca. De no ser así, no me cabía ni el menor atisbo de dudas
de que no se hubiesen quedado tan tranquilos viéndome pasar, habrían
actuado en consecuencia. Esperando que así su rey les diese una
recompensa por reducir a una criminal como yo.
Mi
ritmo cardíaco fue elevándose exponencialmente, tal era mi
impaciencia por aquel reencuentro y mi miedo a ser descubierta antes
de sacar a mis amigos de donde los tenían retenidos. Sorteamos
grupos de goblins, recorrimos un interminable pasillo llena de
engañosas puertas, subimos una escalera que a cada paso parecía
alargarse más y más, hasta por fin llegar a la sala de tronos. Ahí
estaba, al final de las escaleras, una puerta alta y estrecha, por la
que se podía vislumbrar el trono, con el buitre, fiel metáfora de
la persona que se sentaba en él, posado encima.
La
cámara estaba desierta. En el centro estaba una cuna vacía que una
vez Toby ocupó, así como Dios sabe cuántos niños más. Desde su
percha, el buitre, que supuse que sería la mascota del Rey Goblin,
cambiaba el peso de una pata a otra. Abrió el pico e hizo un ruido,
similar a una risa espantosa. Haciendo que se me erizase el bello de
todo el cuerpo, pero no me dejé amedrentar, tenía una misión que
cumplir.
La
única salida de aquella cámara, aparte de por donde habíamos
entrado, eran unas escaleras que había a un lado del trono. Y,
aunque no veía a donde llevaban, bien recordaba a dónde desembocaba
gracias a mi última visita. Las locas escaleras que parecían obra
de una mente demente, por la forma ilógica y caótica por la que
estaban construidas. Haciendo fácil que cualquiera que se adentrase
en él se perdiese inevitablemente para el resto de su vida. Que,
algo me decía, era la finalidad de su edificación.
Corrimos
hacia allí con cuidado de no pisar los huesos de pollo medio roídos,
los tomates podridos, las peras aplastadas y demás basura que
llenaba el suelo. Ciertamente ese lugar necesitaba una gran limpieza.
Parecía que aquel reino no poseía dicha palabra en su diccionario.
Me recordaba a un piso de estudiantes masculino. Cuanto se notaba que
no había más que hombres por ahí. Una mujer no habría dejado todo
hecho una pocilga, ni siquiera yo, y eso que era un poco desordenada,
pero nada en comparación con esto que tenía ante mí. Hasta el más
desastre a la hora de ordenar su cuarto parecía Don Limpio viendo
aquello. Y no estaba exagerado por desgracia.
-
Qué asco de lugar. Sabía que Jareth no era lo que se diga pulcro,
al igual que sus plebeyos, pero esto supera todo lo imaginable – un
rictus de desagrado se hizo notar en la cara de Bargas al ver
semejante estado. Sacó un pañuelo negro de su impecablemente
arreglado chaqueta y se llevó a la nariz –. Cuando terminemos aquí
te llevaré a mis tierras, a mi castillo, ahí sí que se puede estar
sin miedo de pisar excrementos de animales o algo peor – me informó
mientras esquivaba algo que preferí no identificar. No sea que me
diesen arcadas con solo saber lo que era.
Subimos
las escaleras corriendo directos hacia la luz que emanaba. Era una
escalera larga, que giraba varias veces. Me encontraba resoplando
cuando llegamos al final y dimos a parar en una plataforma de piedra.
Encima,
debajo o a mí alrededor, no lo sabría decir muy bien, había sala
de piedras con tantas escaleras, balcones, ventanas y puertas a
diferentes alturas y extraños ángulos unas respecto a otras que no
tenían ni de lo que era arriba o abajo, cerca o lejos, dentro o
fuera, atrás o delante. Los planos se invertían mientras los
observábamos, las esquinas hundidas de pronto sobresalían, los
escalones que ascendían se daban la vuelta, los suelos se convertían
en techos y las paredes se transformaban en precipicios. En aquella
sala, la ley de la gravedad había sido revocada, y la perspectiva
tenía siete dimensiones, por no decir más. Si hubiera habido agua
recorriendo aquella peculiar cámara, habría parecido fluir hacia
arriba y me hubiese parecido la cosa menos extraña y más natural
del mundo.
Al
igual que la vez anterior, me sentí aturdida y mareada, obligándome
a agarrarme a una columna para mantenerme derecha mientras mi sentido
de la orientación se me escapaba por los poros.
-
Parece que una nunca se hace a este lugar – susurré para mí
misma.
Conforme
contemplaba la sala, se iba modificando. De no ser por Bargas, estaba
segura de que me hubiese perdido nada más dar un paso, quien con
infinita paciencia me indicaba qué camino seguir.
Con
la espalda apoyada a la pared a causa del vértigo que seguía
produciéndome aquella estancia, avanzamos por la plataforma.
Continuamos caminando, hasta que por fin Bargas paró sin ningún
aviso previo, ante una puerta de roble que había conocido días
mejores en el pasado, ocasionando que me chocara contra él. Se rió
ricamente, haciendo que el sonido rebotara en el ambiente a causa del
eco.
-
Sé que soy irresistible para las féminas, pero no esperaba que te
tirases a mis brazos tan pronto.
-
Jaja, que gracioso – le contesté sacándole la lengua, que no hizo
más que hacerlo reír aún más. No le presté atención, estaba
ansiosa de terminar con toda esta experiencia. No estaba para
tontería – ¿Es esta la puerta? ¿Hemos llegado?
-
Esta es la puerta, querida Sarah, detrás de él se encuentran tus
amigos, pero antes de que lo abras y los liberes debes hacerme un
favor.
-
Por supuesto.
-
Pídeme que te prometa algo, que te de mi palabra, y, cuando consigas
mi promesa, pídeme que te ayude a sacarlos de ahí. Confía en mí,
es la única forma de que puedas evitarme problemas.
No
lo entendía muy bien, pero si con ello podía devolverle el favor
que me estaba haciendo y le ayudaba a capear posibles reprimendas o
castigos, estaba dispuesta a hacerlo. Se lo merecía.
-
¿Me prometes algo, Bargas? ¿Me darías tu palabra de ello?
-
Por supuesto, tienes mi palabra – asintió jocoso.
-
Ayúdame a liberar a mis amigos del olvidadero sin ningún mal.
-
Dalo por hecho, mi querida cisne.
Y
así, apartándose de la puerta con floritura para ofrecerme los
honores de abrirlo con una elegante reverencia, di un paso hacia
delante posando la mano en el picaporte de madera, abriéndolo de par
en par. Ante mí se abría un espacio oscuro y húmedo, que no me
traía gratos recuerdos, pero no dejándome amedrentar, y con la
cabeza bien en alto, di un paso al interior haciendo que la oscuridad
me engullese a mi vez.
-
¿Sir Didymus, Hoggle, Ludo? ¿Estáis ahí amigos? Soy Sarah y he
venido a por vosotros.
Al
principio no pude oír ni ver nada, pues mis ojos aún no se habían
hecho a la oscuridad. Me asusté. ¿Podría ser que Bargas se hubiese
confundido de puerta? ¿O acaso había llegado demasiado tarde? ¿Les
habría hecho el Rey Goblin algo irreparable como... como la m...
como la muerte? Pero entonces oí unos pequeños pasos, como de unos
diminutos pies arrastrándose por el suelo.
-
Sarah… ¿amiga? – una profunda y familiar voz que denotaba una
inmensa alegría, fue la primera que oí. Por muchos años que
transcurrieron desde la última vez que lo oí, jamás podría
haberme confundido de a quien pertenecían esas palabras.
-
¿Eres tú, milady? – la esperanza apenas contenida se escuchó en
esta segunda voz que tanto quería.
-
Ya te ha costado venir a por nosotros, Sarah – y repuso por último
una entrañable, pero gruñona voz.
¡Eran
ellos, mis amigos! ¡Estaban vivos!
Salté,
sin pensármelo dos veces, hacia el lugar donde provenían aquellas
palabras. Ahí estaban, con los brazos abiertos para mí, mis
queridos amigos. Hubo besos y abrazos, disculpas y agradecimientos,
en ese emotivo reencuentro. En ningún momento me echaron en cara que
su situación era por mí o que los hubiera olvidado durante estos
ocho años. Todo lo contrario, fue como si nunca me hubiese ido. Su
cariño por mí seguía intacto. Todo era tal y como había sido
hacia tanto tiempo, para mi dicha y
-
Siento interrumpir este momento tan entrañable, pero el tiempo se
nos agota. Salid fuera y agarraos a mí, os sacaré de aquí antes de
que venga…
-
Demasiado tarde – se oyó una enfadada voz al otro lado de la
puerta.
Todos
juntos y temerosos por lo que encontraríamos una vez que
estuviésemos nuevamente en la sala de las locas escaleras, salimos
hechos una piña. Y ahí estaba él, el Rey Goblin con cara de pocos
amigos y sin ninguna herida visible, en compañía de una pareja con
porte real. Quienes miraban la escena con curiosidad mal disimulaba,
estaba claro que querían saber cómo acabaría todo aquello.
Los
ojos del monarca se fijaron en mí, como un búho que fija su vista
en su presa.
-
Hola, Sarah.
-
H... hola - más que hablar tartamudeé asustada por lo que podía
esperar a continuación.
-
Dime, cosa preciosa, ¿realmente creías que escaparías de mí?
ahhhh necesito maaas!! odio como me quedo con ganas de mas al final jajajaja xDD Bargas me da tanta mala espina que diooos xDDD me encanta en serio sigue asiii
ResponderEliminarPor favor no dejes de escribir, estoy enganchada a tu historia
ResponderEliminarEspero no te hayas olvidado de los que te leemos, ha pasado el tiempo pero aun espero una actualización de este magnifico fanfic.
ResponderEliminar