Traductor

Páginas

jueves, 11 de junio de 2015

Capítulo 2: Nuevo Compañero

N/A: Esta es mi primer fanfiction, y el segundo capitulo que subo, sobre esta gran película que consiguió marcarme desde la primera vez que lo vi, en especial desde que vi esos ojos bicolores XD. Espero que sea de su agrado, permitiéndoos pasar un buen rato, y que me podáis mandar algún que comentario con vuestras opiniones y críticas constructivas. ¡Los estaré esperando!

Aclaración: Los personajes de esta historia no son mías, sino de la película Labyrinth. Ya quisiera yo que cierto rey fuese mío, pero no tengo tanta suerte. La que si me pertenece es Irina, esa es creación mía. Y que conste, no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de emprender en bonito camino junto a los personajes de esta magnífica película.



Capitulo 2: Nuevo Compañero

En mi camino a casa no me encontré ningún ave más, lo que supuso un inmenso alivio para mí y mi pobre corazón.

Se podría decir que esa fue la única cosa extraña que sucedió aquella mañana, o casi. Hubo algo más…

Al abrir la puerta de nuestro apartamento me percaté de que Irina ya se había marchado, pues reinaba un silencio absoluto, interrumpido únicamente con mis pisadas al caminar por el suelo de madera. Y es que, de haber estado ella se habría escuchado música. Era un hábito suyo poner música a todo volumen cuando pintaba alguno de sus cuadros. Según ella, le ayudaba a inspirarse. Atraía a las musas para que le ayudasen en su trabajo.

Ah, es verdad, no os había comentado que mi compañera de cuarto era una estudiante de bellas artes que poseía un talento excepcional para la pintura. Todo lo que creaba era hermoso, brillando con esa intensidad tan suya. No había una al que se le pudiese etiquetar como menos que unas obras de artes. Y era imparcial en ese tema. Es más, los cuadros que decoraban nuestro apartamento eran de su entera creación y, cuando la gente solía venir a hacernos una visita, no podían parar de alabar su maestría. No era para menos. Yo estaba segura que, en el futuro, le esperaba una gran y brillante carrera como artista de seguir la cosa de esa forma. No me extrañaría que fuese mundialmente conocida tampoco. Esa era mi Irina.

Pues bien, me dirigí a la nevera para ver si me había dejado algún mensaje. Como había salido sin móvil a correr estaba segura que me habría dejado algo para que supiera donde se encontraba. Así fue. En la nevera se encontraba un post-it. Lo cogí de inmediato para leer lo que contenía:

"Querida Sarah,

Para cuando llegues ya no estaré allí. No intentes buscarme, pues te será imposible lograrlo. Sé que no puedes vivir sin mí, que soy la luz que ilumina tu marchita existencia, pero debes ser fuerte por mí, pues yo… he ido a hacer unas compras y tengo el móvil sin batería XD Pásalo bien con tu familia.

Nos vemos a la tarde.Con mucho amor,

La luz de tu vida, Irina"

Sé que en ese momento pensé que esa chica no tenía remedio. Para ella era demasiado ordinario eso de escribir una nota normal y corriente para informarme de que iba comprar pan. No, ella tenía que darle su toque, sino reventaba. Era como una niña, pensé negando con la cabeza, sin poder evitar que una sonrisa aflorase a mi rostro. Un caso perdido, no me cabía duda.

Pero no fue eso el suceso extraño del que os hablé antes. Esto era el pan de cada día. No, de lo que os hablaba pasó después.

Al hacer ejercicio, aunque menos que de costumbre, me encontraba un poco sudorosa. Debía ducharme y ponerme algo decente para presentarme ante mis padres y poder aprobar el escrutinio de mi madrastra. Suspiré. Esa mujer era como un sargento ante su pelotón. No toleraba algo menos que la perfección. Y de suspender su examen ocular, no dudaba en decírtelo a la cara con ese tono que siempre empleaba conmigo y que tanto me molestaba. Cuántas veces habré tenido que oírla criticar mi forma de vestir, el que no tuviese novio o que no saliese con gente por ahí, como hacían las jóvenes normales. Si por criticar, criticaba hasta mi forma de sentarme a la mesa y comer. La cosa era sacar punta a todo. Y lo peor era que mi padre no hacía nada por defenderme, por hacerle frente, tan avasallado que la tenía aquella despótica mujer.

Por lo menos, no estaría sola aquella mañana en ese minado campo hostil, Toby estaría ahí conmigo. Puede que hace años, cuando apenas era un niño no lo soportase, ya sea porque era mi medio hermano o porque siempre me obligaban a cuidarlo en contra de mi voluntad. Ahora las cosas habían cambiado radicalmente. Mi relación con el pequeño era maravillosa. Me encantaba ese revoltoso pequeñín. Era la viva imagen de mi antigua yo, cuando aún tenía sueños y creía en los cuentos de hadas. Era agradable estar cerca de él, pues era una de las pocas personas que no me había tomado por loca en el pasado. Hoy en día sé que todo fue un sueño, pero aún así no podía olvidar como mi hermanito había creído en mí cuando los demás no lo hicieron. Él fue el único apoyo que encontré en esa familia, por llamarlo de alguna manera.

Pues bien, me duché, me vestí y me maquillé un poco para lucir presentable y aparentar ser una dama respetable para esa comida familiar. Habíamos decidido quedar ese día, pues al día siguiente comenzaba las clases y en una larga temporada no podría volver a verlos. Esto se debía a todos los trabajos que de segura se me vendrían encima nada más empezar el nuevo año.

Al terminar de prepararme para la ocasión vi algo que no había estado ahí, en mi habitación, cuando había salido a la mañana. Una carta. Se encontraba en el alfeizar de mi ventana. Lo cogí extrañada, sin saber de donde provenía. ¿Era posible que fuese de Irina? No lo sabía, pues no había nada escrito por la parte externa que pudiese indicarme su procedencia. Fruncí el ceño, pero me encogí de hombros y pensé: "Qué demonios, ábrelo y despejarás la incógnita". Y así lo hice. De su interior saqué una pequeña tarjeta blanca con doradas y pulcras letras, cuya caligrafía no se parecía en nada al de mi compañera. Además, el mensaje que contenía era de lo más peculiar. Rezaba así y así lo leí en voz alta.

- Cuando tu mundo ha caído, yo cumpliré mi promesa de estar ahí junto a ti. Aunque tú de mí te alejaste, yo estaré contigo para sostenerte – no podía evitar leerlo con una ceja que se enarcaba más a cada momento. No entendía nada de lo que ahí decía –. Cosa preciosa, di las palabras mágicas, di: "Deseo que el Rey Goblin venga a mí" y yo vendré para arreglar lo que una vez fue destruido. Atte. J.

Esto debía de ser alguna especie de broma. ¿Por qué sino me habría llegado una carta firmada por un personaje de mis sueños? De alguna forma alguien de mi pasado, alguna persona de mi antigua escuela, debía haber conseguido saber donde vivía, entrar en mi cuarto y dejar esto para burlarse de la pobre loca que creía en Reyes Goblins e imposibles Labyrinths. Estaba que echaba humor por la orejas. Si encontraba el que había llevado a cabo la maldita broma…

De tan enfadada como estaba, pensando en imaginativas y desagradables formas de hacer pagar al culpable de aquella crueldad, que no me percaté de que el cielo había empezado a encapotarse. Lo que antes había sido un brillante día soleado, pronto empezó a teñirse de oscuros nubarrones que pronto empezaron a descargar su lluvia, sin descanso ni piedad. Fuera de mí, apreté ente mis puños la tarjeta, volviéndolo en una inservible bola de papel, mientras mi miraba llameaba y grité hacia la nada.

- ¿Queréis reíros de mí, verdad? ¿Queréis que diga las palabras, no?

OooooOOooOOOo
oOOoOOOooOo

La chica no se había percatado que en su cuarto ya se había reunido una pequeña audiencia que estaba atento a sus palabras, escondido entre las sombras de su cuarto. Eran goblins que, como la primera vez, esperaban su momento, esperaban que dijese nuevamente las palabras que había leído en la carta, para reportarlo a su monarca. Ellos habían sido quienes habían dejado ahí la misiva del Rey y de ellos era el deber de anunciar a él si la humana picaba o no el anzuelo que él, tan astutamente, le había lanzado.

- Lo va decir – con una siniestra sonrisa dijo el goblin listo entre susurros a los demás.

Todos se frotaban las manos con expectación y malicia. Sabían que lo haría, solo era cuestión de esperar.
OooooOOooOOOo
oOOoOOOooOo

- Bien, lo diré. Lo diré, así me dejareis en paz por una vez con las bromitas… - cogí aire para poder seguir hablando –. Deseo que el Rey Goblin venga a mí – levanté la cabeza orgullosamente, desafiante incluso –. ¿Estáis contentos, eh? ¿Estáis contentos?

Nada más decir las esperadas palabras un trueno retumbó en lo alto del firmamento, me asusté, dando un salto en mi lugar. No me gustaban las tormentas. Odiaba las tormentas.

Miré mi reloj, más calmada ahora después de desahogarme gritando mi frustración a los cuatro vientos. Cogí mi bolso, junto con las llaves de mi coche, un paraguas (en vista de que el tiempo no estaba por la labor) y mi móvil, y salí del cuarto rumbo a la casa de mis padres. La casa en la que cuando era más joven vivía y de la que hace unos años, en cuanto se me ofreció la oportunidad, escape para venir a vivir aquí. Demasiados recuerdos, demasiada gente desagradable y ambiente incómodo.

Lo único que esperaba era que me fuese lo más amono posible.

OooooOOooOOOo
oOOoOOOooOo

Los goblins en cambio no entraban en sí de gozo. Lo había dicho, había caído en la trampa de su Rey. Debían ir a avisarle con la mayor brevedad posible. Estaban seguros que se alegraría mucho de oír las buenas nuevas. De seguro que les recompensaría. Puede que incluso les diese alguna chuchería humana y todo, los cuales los volvía locos de alegría. No era para menos, sería la primera noticia buena que le reportaban después de tantos años.

Así pues, desaparecieron de la misma forma que aparecieron. Silenciosos y sin levantar ninguna sospecha, pero sin casi poder contener su dicha y gozo. La humana nunca sabría que habían estado ahí…

OooooOOooOOOooOOoOOOo
oOoOoOoOoOoOoOoO

- ¿Ya te vas, Sarah?

- Sí, papá. Tengo que preparar un par de cosas para mañana y no desearía dejarlo todo para el último momento.

- Está bien, si es así, adiós hija – le dio lo que debería de haber sido un afectuoso abrazo, si él no hubiese sido él y ella no hubiese sido ella –. Espero que no tardemos mucho en volver a reunir toda la familia.

- Sí, yo también – le contesté mientras le devolvía el abraz a mi vez, un tanto incómoda.

Lo cierto era que yo, a diferencia de él, desearía que ese nuevo encuentro familiar se retrasara lo máximo posible, pues, como cabría esperar, este había sido un infierno total para mí.

Por fortuna, había llegado a su fin. Ahora era libre de irme a mi piso y descansar un poco para el día de mañana. Algo en mi interior me seguía mandando esas vibraciones negativas, avisándome que sería largo y arduo.

No era consciente en aquellos momentos de cuanta verdad escondían mis pensamientos…

Llegué al piso en un tiempo record. Había acelerado casi por encima del límite de velocidad establecida de esas carreteras, para poder dejar detrás mi antigua casa lo antes posible, y así poder dejar atrás también todos los agridulces recuerdos que me hacían rememorar esas dichosas cuatro paredes. Recuerdos de una infancia con una madre que me abandonó por su carrera, una infancia con una madrastra autoritaria, una juventud incomprendida en la que perdí todos los sueños que una vez tuve… Si fuese posible borrar de mi mente todo aquello, lo habría hecho sin pensar. Mi único deseo en la vida era seguir adelante, olvidando el pasado que tanto dolor me había acarreado en su momento y que aún me atormentaba en las numerosas noches de soledad.

Al abrir la puerta de mi piso, me encontré a una sonriente compañera que no paraba de dar pequeños saltitos de alegría, cual conejo de pascuas.

- ¿A que no sabes lo que ha pasado?

- No lo sé, aún no he aprendido a leer la mente. De modo que, a menos que me lo digas, seguiré sin saberlo – le contesté, desprendiéndome de la chaqueta en el proceso.

- ¿Te acuerdas que hace tiempo estamos buscando un compañero nuevo para compartir gastos, para ese cuarto que está recogiendo polvo y que sería ideal que fuese un chico ardiente que nos alegrase la vista?

- Si… - dije suspicaz.

- Pues lo he conseguido. Ya ha firmado el contrato, traído sus cosas e instalado, y ahora mismo se encuentra en la sala, ansioso por conocerte – me dedicó una ancha sonrisa – ¿No es fabuloso? Ya me agradecerás este regalo visual luego.

No me lo podía creer qu… bueno sí. Era muy típico de ella confiar en desconocidos que conoce por la calle y que bien podrían ser un asesino en serie que espera que nos durmamos para rebanarnos el pescuezo. Por eso había insistido tanto que, a la hora de encontrar a un posible candidato, yo estuviese presente en las entrevistas. No era tan ingenua que mi crédula amiga.

- ¿No deberías haber esperado a que viniese yo y le interrogase un poco, antes de darle el contrato?

- ¿Y dejar que lo espantases con tu tercer grado o encontrase un chollo mejor? Ni borracha. Ese culito firme se queda aquí, donde yo pueda verlo – sentenció.

Me di cuenta que era inútil discutir más con ella. Lo hecho, hecho estaba. El contrato había sido firmado y la dueña de este lugar, Irina, no parecía dispuesta a entrar en razón por mucho que le diese argumentos convincentes. Solo me quedaba ir a la sala y conocer nuestro nuevo compañero. Lo único que esperaba era que fuera tan ardiente como para justificar todo aquello.

Al poner un pie en la habitación y ver quien esperaba sentado en nuestro pequeño sofá, mi corazón dio un vuelco, mi respiración huyó, mi cerebro se desconectó... No podía ser. No podía ser.

Ese fue el momento que empleó Irina para presentarnos formalmente, creyendo que mi ausencia de palabras se debía a que me había quedado encandilada con el sujeto que acababa de levantarse de su lugar y se acercaba a nosotras.

- Bien, os presento. Sarah, este es Jareth G. King. Jareth, esta es Sarah Williams.

- Encantada de conocerte, cosa preciosa – me dijo, cogiendo una de mis manos y posando sus labios en él, caballerosamente, sin apartar de mí en ningún momento su mirada bicolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario