N/A:
Esta
es mi primer fanfiction, y el segundo capitulo que subo, sobre esta
gran película que consiguió marcarme desde la primera vez que lo
vi, en especial desde que vi esos ojos bicolores XD. Espero que sea
de su agrado, permitiéndoos pasar un buen rato, y que me podáis
mandar algún que comentario con vuestras
opiniones y críticas constructivas. ¡Los estaré esperando!
Aclaración:
Los
personajes de esta historia no son mías, sino de la película
Labyrinth.
Ya quisiera yo que cierto rey fuese mío, pero no tengo tanta suerte.
La que si me pertenece es Irina, esa es creación mía. Y que conste,
no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de
emprender en bonito camino junto a los personajes de esta magnífica
película.
Capitulo 2: Nuevo Compañero
En
mi camino a casa no me encontré ningún ave más, lo que supuso un
inmenso alivio para mí y mi pobre corazón.
Se
podría decir que esa fue la única cosa extraña que sucedió
aquella mañana, o casi. Hubo algo más…
Al
abrir la puerta de nuestro apartamento me percaté de que Irina ya se
había marchado, pues reinaba un silencio absoluto, interrumpido
únicamente con mis pisadas al caminar por el suelo de madera. Y es
que, de haber estado ella se habría escuchado música. Era un hábito
suyo poner música a todo volumen cuando pintaba alguno de sus
cuadros. Según ella, le ayudaba a inspirarse. Atraía a las musas
para que le ayudasen en su trabajo.
Ah,
es verdad, no os había comentado que mi compañera de cuarto era una
estudiante de bellas artes que poseía un talento excepcional para la
pintura. Todo lo que creaba era hermoso, brillando con esa intensidad
tan suya. No había una al que se le pudiese etiquetar como menos que
unas obras de artes. Y era imparcial en ese tema. Es más, los
cuadros que decoraban nuestro apartamento eran de su entera creación
y, cuando la gente solía venir a hacernos una visita, no podían
parar de alabar su maestría. No era para menos. Yo estaba segura
que, en el futuro, le esperaba una gran y brillante carrera como
artista de seguir la cosa de esa forma. No me extrañaría que fuese
mundialmente conocida tampoco. Esa era mi Irina.
Pues
bien, me dirigí a la nevera para ver si me había dejado algún
mensaje. Como había salido sin móvil a correr estaba segura que me
habría dejado algo para que supiera donde se encontraba. Así fue.
En la nevera se encontraba un post-it. Lo cogí de inmediato para
leer lo que contenía:
"Querida
Sarah,
Para
cuando llegues ya no estaré allí. No intentes buscarme, pues te
será imposible lograrlo. Sé que no puedes vivir sin mí, que soy la
luz que ilumina tu marchita existencia, pero debes ser fuerte por mí,
pues yo… he ido a hacer unas compras y tengo el móvil sin batería
XD Pásalo bien con tu familia.
Nos
vemos a la tarde.Con
mucho amor,
La
luz de tu vida, Irina"
Sé
que en ese momento pensé que esa chica no tenía remedio. Para ella
era demasiado ordinario eso de escribir una nota normal y corriente
para informarme de que iba comprar pan. No, ella tenía que darle su
toque, sino reventaba. Era como una niña, pensé negando con la
cabeza, sin poder evitar que una sonrisa aflorase a mi rostro. Un
caso perdido, no me cabía duda.
Pero
no fue eso el suceso extraño del que os hablé antes. Esto era el
pan de cada día. No, de lo que os hablaba pasó después.
Al
hacer ejercicio, aunque menos que de costumbre, me encontraba un poco
sudorosa. Debía ducharme y ponerme algo decente para presentarme
ante mis padres y poder aprobar el escrutinio de mi madrastra.
Suspiré. Esa mujer era como un sargento ante su pelotón. No
toleraba algo menos que la perfección. Y de suspender su examen
ocular, no dudaba en decírtelo a la cara con ese tono que siempre
empleaba conmigo y que tanto me molestaba. Cuántas veces habré
tenido que oírla criticar mi forma de vestir, el que no tuviese
novio o que no saliese con gente por ahí, como hacían las jóvenes
normales. Si por criticar, criticaba hasta mi forma de sentarme a la
mesa y comer. La cosa era sacar punta a todo. Y lo peor era que mi
padre no hacía nada por defenderme, por hacerle frente, tan
avasallado que la tenía aquella despótica mujer.
Por
lo menos, no estaría sola aquella mañana en ese minado campo
hostil, Toby estaría ahí conmigo. Puede que hace años, cuando
apenas era un niño no lo soportase, ya sea porque era mi medio
hermano o porque siempre me obligaban a cuidarlo en contra de mi
voluntad. Ahora las cosas habían cambiado radicalmente. Mi relación
con el pequeño era maravillosa. Me encantaba ese revoltoso pequeñín.
Era la viva imagen de mi antigua yo, cuando aún tenía sueños y
creía en los cuentos de hadas. Era agradable estar cerca de él,
pues era una de las pocas personas que no me había tomado por loca
en el pasado. Hoy en día sé que todo fue un sueño, pero aún así
no podía olvidar como mi hermanito había creído en mí cuando los
demás no lo hicieron. Él fue el único apoyo que encontré en esa
familia, por llamarlo de alguna manera.
Pues
bien, me duché, me vestí y me maquillé un poco para lucir
presentable y aparentar ser una dama respetable para esa comida
familiar. Habíamos decidido quedar ese día, pues al día siguiente
comenzaba las clases y en una larga temporada no podría volver a
verlos. Esto se debía a todos los trabajos que de segura se me
vendrían encima nada más empezar el nuevo año.
Al
terminar de prepararme para la ocasión vi algo que no había estado
ahí, en mi habitación, cuando había salido a la mañana. Una
carta. Se encontraba en el alfeizar de mi ventana. Lo cogí
extrañada, sin saber de donde provenía. ¿Era posible que fuese de
Irina? No lo sabía, pues no había nada escrito por la parte externa
que pudiese indicarme su procedencia. Fruncí el ceño, pero me
encogí de hombros y pensé: "Qué demonios, ábrelo y
despejarás la incógnita". Y así lo hice. De su interior saqué
una pequeña tarjeta blanca con doradas y pulcras letras, cuya
caligrafía no se parecía en nada al de mi compañera. Además, el
mensaje que contenía era de lo más peculiar. Rezaba así y así lo
leí en voz alta.
-
Cuando tu mundo ha caído, yo cumpliré mi promesa de estar ahí
junto a ti. Aunque tú de mí te alejaste, yo estaré contigo para
sostenerte – no podía evitar leerlo con una ceja que se enarcaba
más a cada momento. No entendía nada de lo que ahí decía –.
Cosa preciosa, di las palabras mágicas, di: "Deseo que el Rey
Goblin venga a mí" y yo vendré para arreglar lo que una vez
fue destruido. Atte. J.
Esto
debía de ser alguna especie de broma. ¿Por qué sino me habría
llegado una carta firmada por un personaje de mis sueños? De alguna
forma alguien de mi pasado, alguna persona de mi antigua escuela,
debía haber conseguido saber donde vivía, entrar en mi cuarto y
dejar esto para burlarse de la pobre loca que creía en Reyes Goblins
e imposibles Labyrinths. Estaba que echaba humor por la orejas. Si
encontraba el que había llevado a cabo la maldita broma…
De
tan enfadada como estaba, pensando en imaginativas y desagradables
formas de hacer pagar al culpable de aquella crueldad, que no me
percaté de que el cielo había empezado a encapotarse. Lo que antes
había sido un brillante día soleado, pronto empezó a teñirse de
oscuros nubarrones que pronto empezaron a descargar su lluvia, sin
descanso ni piedad. Fuera de mí, apreté ente mis puños la tarjeta,
volviéndolo en una inservible bola de papel, mientras mi miraba
llameaba y grité hacia la nada.
-
¿Queréis reíros de mí, verdad? ¿Queréis que diga las palabras,
no?
OooooOOooOOOo
oOOoOOOooOo
La
chica no se había percatado que en su cuarto ya se había reunido
una pequeña audiencia que estaba atento a sus palabras, escondido
entre las sombras de su cuarto. Eran goblins que, como la primera
vez, esperaban su momento, esperaban que dijese nuevamente las
palabras que había leído en la carta, para reportarlo a su monarca.
Ellos habían sido quienes habían dejado ahí la misiva del Rey y de
ellos era el deber de anunciar a él si la humana picaba o no el
anzuelo que él, tan astutamente, le había lanzado.
-
Lo va decir – con una siniestra sonrisa dijo el goblin listo entre
susurros a los demás.
Todos
se frotaban las manos con expectación y malicia. Sabían que lo
haría, solo era cuestión de esperar.
OooooOOooOOOo
oOOoOOOooOo
-
Bien, lo diré. Lo diré, así me dejareis en paz por una vez con las
bromitas… - cogí aire para poder seguir hablando –. Deseo que el
Rey Goblin venga a mí – levanté la cabeza orgullosamente,
desafiante incluso –. ¿Estáis contentos, eh? ¿Estáis contentos?
Nada
más decir las esperadas palabras un trueno retumbó en lo alto del
firmamento, me asusté, dando un salto en mi lugar. No me gustaban
las tormentas. Odiaba las tormentas.
Miré
mi reloj, más calmada ahora después de desahogarme gritando mi
frustración a los cuatro vientos. Cogí mi bolso, junto con las
llaves de mi coche, un paraguas (en vista de que el tiempo no estaba
por la labor) y mi móvil, y salí del cuarto rumbo a la casa de mis
padres. La casa en la que cuando era más joven vivía y de la que
hace unos años, en cuanto se me ofreció la oportunidad, escape para
venir a vivir aquí. Demasiados recuerdos, demasiada gente
desagradable y ambiente incómodo.
Lo
único que esperaba era que me fuese lo más amono posible.
OooooOOooOOOo
oOOoOOOooOo
Los
goblins en cambio no entraban en sí de gozo. Lo había dicho, había
caído en la trampa de su Rey. Debían ir a avisarle con la mayor
brevedad posible. Estaban seguros que se alegraría mucho de oír las
buenas nuevas. De seguro que les recompensaría. Puede que incluso
les diese alguna chuchería humana y todo, los cuales los volvía
locos de alegría. No era para menos, sería la primera noticia buena
que le reportaban después de tantos años.
Así
pues, desaparecieron de la misma forma que aparecieron. Silenciosos y
sin levantar ninguna sospecha, pero sin casi poder contener su dicha
y gozo. La humana nunca sabría que habían estado ahí…
OooooOOooOOOooOOoOOOo
oOoOoOoOoOoOoOoO
-
¿Ya te vas, Sarah?
-
Sí, papá. Tengo que preparar un par de cosas para mañana y no
desearía dejarlo todo para el último momento.
-
Está bien, si es así, adiós hija – le dio lo que debería de
haber sido un afectuoso abrazo, si él no hubiese sido él y ella no
hubiese sido ella –. Espero que no tardemos mucho en volver a
reunir toda la familia.
-
Sí, yo también – le contesté mientras le devolvía el abraz a mi
vez, un tanto incómoda.
Lo
cierto era que yo, a diferencia de él, desearía que ese nuevo
encuentro familiar se retrasara lo máximo posible, pues, como cabría
esperar, este había sido un infierno total para mí.
Por
fortuna, había llegado a su fin. Ahora era libre de irme a mi piso y
descansar un poco para el día de mañana. Algo en mi interior me
seguía mandando esas vibraciones negativas, avisándome que sería
largo y arduo.
No
era consciente en aquellos momentos de cuanta verdad escondían mis
pensamientos…
Llegué
al piso en un tiempo record. Había acelerado casi por encima del
límite de velocidad establecida de esas carreteras, para poder dejar
detrás mi antigua casa lo antes posible, y así poder dejar atrás
también todos los agridulces recuerdos que me hacían rememorar esas
dichosas cuatro paredes. Recuerdos de una infancia con una madre que
me abandonó por su carrera, una infancia con una madrastra
autoritaria, una juventud incomprendida en la que perdí todos los
sueños que una vez tuve… Si fuese posible borrar de mi mente todo
aquello, lo habría hecho sin pensar. Mi único deseo en la vida era
seguir adelante, olvidando el pasado que tanto dolor me había
acarreado en su momento y que aún me atormentaba en las numerosas
noches de soledad.
Al
abrir la puerta de mi piso, me encontré a una sonriente compañera
que no paraba de dar pequeños saltitos de alegría, cual conejo de
pascuas.
-
¿A que no sabes lo que ha pasado?
-
No lo sé, aún no he aprendido a leer la mente. De modo que, a menos
que me lo digas, seguiré sin saberlo – le contesté,
desprendiéndome de la chaqueta en el proceso.
-
¿Te acuerdas que hace tiempo estamos buscando un compañero nuevo
para compartir gastos, para ese cuarto que está recogiendo polvo y
que sería ideal que fuese un chico ardiente que nos alegrase la
vista?
-
Si… - dije suspicaz.
-
Pues lo he conseguido. Ya ha firmado el contrato, traído sus cosas e
instalado, y ahora mismo se encuentra en la sala, ansioso por
conocerte – me dedicó una ancha sonrisa – ¿No es fabuloso? Ya
me agradecerás este regalo visual luego.
No
me lo podía creer qu… bueno sí. Era muy típico de ella confiar
en desconocidos que conoce por la calle y que bien podrían ser un
asesino en serie que espera que nos durmamos para rebanarnos el
pescuezo. Por eso había insistido tanto que, a la hora de encontrar
a un posible candidato, yo estuviese presente en las entrevistas. No
era tan ingenua que mi crédula amiga.
-
¿No deberías haber esperado a que viniese yo y le interrogase un
poco, antes de darle el contrato?
-
¿Y dejar que lo espantases con tu tercer grado o encontrase un
chollo mejor? Ni borracha. Ese culito firme se queda aquí, donde yo
pueda verlo – sentenció.
Me
di cuenta que era inútil discutir más con ella. Lo hecho, hecho
estaba. El contrato había sido firmado y la dueña de este lugar,
Irina, no parecía dispuesta a entrar en razón por mucho que le
diese argumentos convincentes. Solo me quedaba ir a la sala y conocer
nuestro nuevo compañero. Lo único que esperaba era que fuera tan
ardiente como para justificar todo aquello.
Al
poner un pie en la habitación y ver quien esperaba sentado en
nuestro pequeño sofá, mi corazón dio un vuelco, mi respiración
huyó, mi cerebro se desconectó... No podía ser. No podía ser.
Ese
fue el momento que empleó Irina para presentarnos formalmente,
creyendo que mi ausencia de palabras se debía a que me había
quedado encandilada con el sujeto que acababa de levantarse de su
lugar y se acercaba a nosotras.
-
Bien, os presento. Sarah, este es Jareth G. King. Jareth, esta es
Sarah Williams.
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