N/A:
En
este capitulo veremos qué es lo que planea hacer Jareth con el novio
mortal de nuestra joven Sarah. La pregunta es, ¿lo conseguirá
llevar a cabo o se verá fracasando nuevamente, como lo fue su
intento de conseguir convencer a Sarah de quedarse con él la primera
vez? Pero lo más importante, ¿a quien se refiere el título? Descubrid todo esto en el capítulo 4 de esta historia.
Y
sin nada más que añadir, salvo que os animéis a escribir
comentarios, os dejo continuar leyendo.
Aclaración:
Los
personajes de esta historia no son mías, sino de la película
Labyrinth.
Ya quisiera yo que cierto rey fuese mío, pero no tengo tanta suerte.
La que si me pertenece es Irina, esa es creación mía. Y que conste,
no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de
emprender en bonito camino junto a los personajes de esta magnífica
película.
Capitulo
4: Eres Un Cerdo
Yo
fui la primera en llegar a nuestro punto de encuentro. Como bien he
dicho con anterioridad, me gustaba llegar a los sitios con
antelación. No era la típica chica que se retrasa media hora por
estar preparándose, haciendo que el novio le esperase muerto del
asco. Era justo lo opuesto. Empezaba a prepararme con mucho tiempo de
antelación para llegar antes a las citas. Mínimo unos diez minutos
antes. No me gustaba llegar tarde a los lugares, me hacía sentir
inquieta. Lo que no sabía era de dónde me vendría eso...
Pero
él también era muy puntual, al igual que yo, y no tuve que esperar
mucho fuera del bar para verlo aparecer por la acera con una radiante
sonrisa en la cara. Ah, es verdad, no os he contado en ningún
momento cómo era él físicamente, aparte de deciros que era
condenadamente guapo. Pues bien, poseía unos pequeños ojos grises,
un cabello negro azabache siempre peinado elegantemente, una sonrisa
como de los de los anuncios de pasta de dientes y, oh sí, su cuerpo.
Era muy alto, de unos 1´87, y con un cuerpo que lo mantenía bien
engrasado gracias a las muchas horas que solía meter diariamente en
el gimnasio. Si por tener, tenía hasta bien formadas chocolatinas en
ese cuerpo de ensueño. Era la perdición de una chica. Y como ya
había dicho, era mío, solo mío. ¿podía ser más afortunada?
Al
llegar él a mi altura, nos saludamos con nuestro acostumbrado beso,
antes de que me diese un nuevo regalo. Era tan, pero que tan,
detallista. Abrí la cajita que me ofreció con una sonrisa enamorada
en los labios para encontrarme con un precioso colgante de oro. Era
EL
colgante.
Hace
un par de semanas, cuando me llevó por ahí de compras (no era el
típico novio que intentaba escaquearse cuando su novia quiere ir de
tiendas), vi en uno de los numerosos escaparates por la que pasamos
ese mismo colgante expuesto. Me enamoré instantáneamente del
objeto. Su cadena era de oro puro y el colgante, de oro blanco, tenía
forma de una media luna, fiel reflejo del que cada noche vemos en el
firmamento. Era perfecto. Había pensado en comprármela, pero al ver
el desorbitado precio se me quitó la idea de la cabeza. Tenía más
ceros de los que me podría permitir gastar a menos que pidiese ayuda
económica a mi padre. De comprarlo mi cuenta corriente habría
terminado sangrando copiosamente, quedando medio moribundo.
Y
aquí lo tenía ahora, entre mis manos. Se había acordado…
No
pude más que abalanzarme hacia él, envolviéndolo en un amoroso
abrazo, sin poder dejar de darle besos.
-
Gracias – beso –, eres el mejor – beso – novio –otro beso -
del mundo – y más y más besos.
-
No es para tanto. Yo solo quiero lo mejor para mi chica.
oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOo
Desde
mi alejada posición sobre una azotea, podía observar a la melosa
pareja con mi vista de ave rapaz. Lo cierto era que había mentido
con eso de que tenía que ir a buscar algo. Mi única intención
había sido el poder hablar a solas con Sarah. Así que tenía la
tarde libre para comenzar mi jugada.
Debo
admitir que me estaba asqueando ver a esa pareja dando muestras de
afecto en público. Ese chico Marco, o como se llamara, no paraba de
tocarla y besarla. ¡Y ella además le dejaba hacerlo o, en su
defecto, le correspondía! No podía entenderlo. Puede que a los ojos
de los humanos fuese "aceptable", pero nada en mi
comparación. Al fin y al cabo, yo era el sumun de la perfección. No
había nada más que ver mi aristocrático porte, mis hermosas
facciones que volvían locas a todas las mujeres que posaban sus ojos
en mí y, qué decir de mi arrolladora personalidad. Soy un mago de
la seducción, un dios del galanteo. Entonces, ¿por qué me rechazó
a mí en su momento y a él le ofrece todo lo que yo habría deseado
para mí y me había sido cruelmente negado?
No
lo podía entender, pero tampoco tendría que preocuparme mucho por
ello. Si mi plan funcionaba, que lo haría, el mortal ya nunca más
recibiría las atenciones de MI Sarah, porque era mía y de nadie más
desde el día que se adentró en MI Labyrinth. Aunque ella aún no lo
supiera.
No
entraron de inmediato en el establecimiento. Tanto mejor para mí.
Desde
el día que fui vencido por mi cosa preciosa, mis poderes no eran los
mismos que fueron antaño. Se habían visto mermados drásticamente,
pero eso no me impedía poder hacer algún que otro de mis trucos.
Aprovechando
que había llovido antes y que el suelo aún se encontraba lleno de
numerosos charcos, hice que uno de los coches que pasaban por allí
cambiara ligeramente su rumbo para poder pasar por uno de ellos y,
direccionando el agua con mi magia, mojase al besucón humano. Eso le
serviría para enfriarse un poco y así alejarse de mi Sarah.
Y
como todos mis planes funcionó. El humano Mario pronto dio un salto
por la impresión de haber sido mojado de arriba abajo, ensuciando su
cara ropa de marca y destrozando su perfecto peinado.
No
pude evitar reírme mientras lo veía así, patético e
insignificante. Ciertamente, parecía que sería una tarde muy
interesante el que tenía por delante.
oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo
Un
desastre. Así fue nuestra pequeña cita. Lo que había comenzado tan
bellamente con la entrega del colgante, pronto se volvió en una
interminable cadena de sucesos que no hacían más que fastidiar
nuestro encuentro. Ni aunque un camión entero de gatos se nos
cruzase por delante habríamos tenido peor suerte.
Primero
fue lo del charco, después, tras ayudarlo a su casa a cambiarse, le
atropelló una chica que andaba en bicicleta… Ni siquiera en el
bar, donde planeábamos tomar un café tranquilamente, pudimos
escapar de la mala suerte. Y es que, justo cuando una camarera pasaba
a nuestro lado se tropezó, haciendo que un capuchino que llevaba
hacia otra mesa cayese en la entrepierna de Matt. Su grito de dolor
se pudo escuchar desde la estratosfera, no me cabía duda. Parecía
que nos había mirado una congregación entera de tuertos o que
habíamos destrozado una tienda llena de espejos. Tal era nuestra
mala fortuna.
Lo
único que todos estos accidentes tenían en común era que, siempre
que pasaba, podía ver a un búho blanco posado en alguna parte,
observándonos intensamente. En un momento dado, hasta me pareció
notar que se reía. Qué peculiar…
Se
oyó un móvil sonar. Era el de Matt. Este se apresuró a coger
mientras me pedía disculpas, pues podía ser la llamada importante
que estaba esperando.
-
¿Sí? Matt al habla – saludó –… Ah, eres tú, pequeña… Sí,
no hay problema… Yo también tengo ganas de verte y estar contigo…
Yo también te quiero, pequeña. Hasta ahora – dio al botón de
cortar la llamada y se volvió a mí – Lo siento, cielo, era mi
hermanita la que me llamaba. Dice que ha venido a visitarme y que
quiere verme. Sabes que, al vivir tan alejados, no tenemos muchas
ocasiones para vernos. ¿No te importa que vaya a donde ella, verdad?
-
Por supuesto que no. Ve con ella, lo entiendo, no te preocupes por mí
– le tranquilicé. Su hermana Marta era un cielo. La había
conocido el pasado invierno, cuando Matt me llevó a cenar con su
familia en Navidades, y me había caído bien inmediatamente. Sabía
que a causa de la distancia los dos hermanos no se veían muy a
menudo. Por eso, no sería yo quien se interpusiese en medio de ellos
una de las pocas veces que se podían ver.
-
Gracias, cielo, te llamaré cuando pueda y te compensaré lo de hoy.
Te lo prometo – dijo dándome un beso mientras se levantaba para
irse.
Le
vi marcharse con una sonrisa en la cara y con paso rápido, realmente
debía de echar de menos mucho a su hermana pequeña, pues él nunca
corría si podía evitarlo.
Como
mi cita había terminado antes de lo previsto y no había hecho
ningún otro plan creyendo que se alargaría más, no tenía otra
cosa que ir a mi apartamento. Pero antes…Pagué nuestras cuentas,
ya que Matt, con las prisas del reencuentro con su hermana, se había
olvidado de hacerlo, y salí yo también de aquel establecimiento en
dirección a una tienda de ropa masculina que se encontraba a escasos
metros de allí. Decidida a comprarle un bonito regalo en
agradecimiento por el colgante. Después de buscar y buscar, sin
encontrar nada que me agradase, me decidí por una camiseta elegante,
el sustituto de la que se había estropeado irremediablemente aquella
tarde, y con eso guardado en una bolsa me fui a mi casa.
Lo
que quedaba de tarde fue muy tranquilo, sin ningún altibajo, o eso
me gustaría ser capaz de decir…
oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo
Había
estado observándolos en lo que duró la catastrófica cita, sin
separarme nunca de ellos, siempre en mi forma de ave. Solo cuando el
humano se fue hacia su apartamento, me permití cambiar a mi forma
original.
Como
ya he dicho, había sido una tarde interesante el volver un infierno
la vida del mortal, pero ahí no terminaba mi jugada. Ni mucho menos.
Eso solo era el pre-calentamiento. Lo que yo buscaba era que Sarah
dejase a ese don nadie para poder venir directamente a mis brazos, y
eso así, con pequeños sabotajes, no lo conseguiría. No, lo que yo
necesitaba era conocerlo. Saber cada trapo sucio, cada cadáver que
escondía en el armario. Algo grande que rompiese irremediablemente
los lazos que tenía con mi cosa preciosa.
Después
de volver al apartamento me encerré en el cuarto que me había
indicado la compañera de Sarah que sería el mío, el mismo que se
encontraba frente al de Sarah, e invoqué un cristal para ver lo que
hacía su novio temporal. Era imposible que un humano fuese perfecto,
debía de poseer algún fallo, alguna debilidad, alguna imperfección
que yo pudiese explotar a mi favor. Solo era cuestión de buscarlo y
exponerlo. Entonces Sarah lo dejaría y sería mía para siempre...
Al
principio, todo fue normal. Yo sabía que le había dicho a Sarah que
se iba a encontrar con su hermana pequeña. Por lo que tampoco es que
mirase muy atentamente mientras giraba la bola de cristal en mis
manos distraídamente, o no lo hacía hasta que vi algo bastante
impactante.
-
¿Por el olor del Pantano de Eterno Hedor, qué está haciendo ese
desgraciado?
Pero
estaba claro lo que hacía, se estaba pegando el lote con su hermana.
Eso era repugnante hasta para mí, a menos que… Mis ojos se
abrieron como platos ante la repentino descubrimiento. ¡Esa no era
su hermana! ¡Le estaba siendo infiel a MI Sarah con otra!
Sabía
que los humanos no eran los muy brillantes, pero esto… Debía de
estar muy ciego o ser rematadamente estúpido para preferir a esa
mujerzuela de tres al cuarto, que lo único que tenía era unos
grandes pechos falsos, antes que a mi cosa preciosa. Pero no me iba a
quejar, pues esto era lo que había estado esperando encontrar. Ahora
solo quedaba que ella se enterase de aquella cruel traición y podría
poner en marcha el siguiente paso de su plan maestro.
Cuando
la pareja dejó de copular como conejos (se veía que la mujerzuela
tenía mucha práctica en ello, ni una meretriz era tan diestra como
aquella), la mortal "se olvidó" en la habitación su
sujetador (lo cierto es que hice que apareciese su sujetador ahí una
vez puesto sin que ella se percatase). El humano al verlo llamó a la
chica a voces. Demasiado tarde. Esta ya se encontraba en el ascensor,
de camino a su coche y su casa a descansar, después de haber hecho
tanto "ejercicio". Mason no pudo más que coger el móvil y
llamarla para notificarle que se le había olvidado el sujetador en
el apartamento. Solo que no la llamó a ella. A causa de un "fallo"
del aparato electrónico, la llamada fue desviada hacia otra persona,
una persona que estaría muy interesada por oír lo que el humano
tenía que decir.
Dios,
era demasiado bueno en estas cosas.
oOoOoOoOoOOoOo
oOoOoOoOo
Me
encontraba chequeando si tenía todo preparado para el día siguiente
cuando oí mi móvil sonar. Lo cogí de mi mesilla de noche y
comprobé que era Matt. Seguramente sería para decirme que ya había
terminado con su hermana y que sentía mucho el haberme dejado sola
en él bar. Que cielo.
Le
di al botón para coger la llamada, pero antes de que pudiera
saludarle empezó a hablar.
-
Hola pequeña, soy yo – esto me sorprendió, pues nunca solía
llamarme pequeña ya que él era consciente de cuánto odiaba ese
mote, cariñoso o no –. Solo te llamaba para decirte que antes se
te ha olvidado el sujetador en mi piso y para ver si podías venir a
buscarlo. No sea que mi novia lo vea y deduzca lo nuestro – yo
estaba callada, con los ojos abiertos por la sorpresa. No podía ser…
Matt no podía haber… Él no podía... – Eres una diosa, ¿lo
sabes? Me has dejado muerto. No sabía que se podía hacer todas esas
cosas en la cama.
No
cabía duda. Matt me había engañado. Me había traicionado. Me
había arrancado el corazón y, junto con mi confianza en él, los
había pisoteado cruelmente.
Mis
ojos se anegaron de lágrimas de tristeza, traición y odio, sobre
todo odio. ¿Cómo se atrevía a hacerme esto a mí, a su novia?
¿Cómo? Fue entonces cuando me percaté que todos esos regalos con
los que me solía obsequiar y que yo creía que eran una muestra de
amor, no eran más que una manera de limpiar su sucia consciencia y
mantenerme en la ignorancia, sin sospechar como era realmente detrás
de esa brillante sonrisa.
-
Pequeña, ¿te pasa algo? Te noto algo callada.
-
Sí, me pasa algo Matt. Me pasa que me acabo de enterar que mi novio
es un asqueroso cerdo, que me ha puesto los cuernos una y otra vez
delante de mis narices, sin yo enterarme – mi voz estaba teñida de
furia apenas contenida.
-
¿Sarah? Yo… puedo explicarlo. Yo lo sie…
-
¡Y más que lo sentirás cuando te vea, maldito desgraciado! ¡Vete
a la mierda y no vulvas! ¡Hemos terminado!
No
le di tiempo a contestarme o darme una explicación. No lo
necesitaba. Colgué mientras más lágrimas acudían a mis ojos. Lo
odiaba. Lo odiaba con todo mi corazón. ¿Cómo fue capaz de hacerme
esto a mí?
En
un arrebato de ira lancé mi móvil contra la pared con todas mis
fuerzas, haciendo que se rompiera en mil pedazos, antes de lanzarme a
la cama a llorar desconsoladamente contra la almohada. Desgarradores
sollozos escapaban de mis labios. En luto por mi corazón roto.
oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo
Oí
el sonido del algo impactando contra la pared, proveniente de la
habitación de Sarah.
Sí,
me dije para mí mismo, lo había conseguido, había conseguido
alejar a esa sabandija de mi Sarah para siempre. Y ahora era el
momento de recoger lo que había sembrado.
Salí
de mi habitación, dispuesto a ir a donde ella, cuando unos sollozos
me interrumpieron. Era Sarah y estaba llorando. Esos llantos me
llegaron hasta el corazón. En ningún momento creí que le dolería
tanto, lo único que quería era alejar al humano y brindarle la
oportunidad de ser feliz a mi lado. No destrozarla.
Abrí
la puerta despacio.
-
Sarah, ¿estás bien? ¿He oído unos llantos y me he preocupado? –
tuve apenas tiempo de alejarme de la trayectoria de unos zapatos.
-
Vete. Déjame sola – su voz sonaba ronca y débil a causa de las
lágrimas.
Volví
a asomar la cabeza y la imagen que vi me desgarró el alma. Mi fuerte
Sarah se encontraba tumbada en su cama hecha un ovillo, con la cara
tapada por una almohada húmeda por tantas lágrimas. Era la viva
imagen de un corazón roto. Y no podía permitirme verla así.
Siempre había sentido una debilidad por aquella humana, nunca
pudiendo verla en peligro o dañada. Eso no había cambiado.
Empecé
a caminar hacia ella mientras esquivaba más proyectiles que lanzaba
en mi dirección, pero no me rendí, no hasta que llegué a donde
estaba y me senté a su lado en la cama.
-
Vete.
-
No, no lo haré hasta que me digas por qué lloras, cosa preciosa –
le dije firmemente.
Levantó
su mirada hacia mí, de la que aún emanaban abundantes lágrimas, y
dudó antes de contestarme con una pequeña voz.
-
Es mi culpa. Todo es mi culpa. Matt me ha puesto los cuernos porque
yo no quería acostarme con él – me contestó entre sollozos –.
Yo solo… yo no estaba preparada y ahora he perdido a Matt, como a
todos mis demás novios, por no estarlo. Es mi culpa…
-
No, no lo es – mi voz era tranquila mientras acercaba mi mano a su
espada para acariciarla –. Es suyo. Y déjame añadir que es un
estúpido que no te merece si no sabe apreciar lo que tiene. ¿A
quién en su sano juicio se le ocurriría si no ir a por otra
teniendo a una cosa preciosa como tú? Un ciego eso seguro.
Empecé
a susurrarle palabras tranquilizadoras, mientras le frotaba la
espalda durante horas y horas. Sus lágrimas empezaron a parar poco a
poco gracias a mis atenciones y pronto se sumió en un profundo sueño
reparador. La tapé con las mantas y, besándola en la frente, empecé
a caminar hacia la salida cuando oí una pequeña y soñolienta voz.
-
Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario