Traductor

Páginas

domingo, 14 de junio de 2015

Capítulo 4: Eres Un Cerdo

N/A: En este capitulo veremos qué es lo que planea hacer Jareth con el novio mortal de nuestra joven Sarah. La pregunta es, ¿lo conseguirá llevar a cabo o se verá fracasando nuevamente, como lo fue su intento de conseguir convencer a Sarah de quedarse con él la primera vez? Pero lo más importante, ¿a quien se refiere el título? Descubrid todo esto en el capítulo 4 de esta historia.

Y sin nada más que añadir, salvo que os animéis a escribir comentarios, os dejo continuar leyendo.

Aclaración: Los personajes de esta historia no son mías, sino de la película Labyrinth. Ya quisiera yo que cierto rey fuese mío, pero no tengo tanta suerte. La que si me pertenece es Irina, esa es creación mía. Y que conste, no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de emprender en bonito camino junto a los personajes de esta magnífica película.


Capitulo 4: Eres Un Cerdo

Yo fui la primera en llegar a nuestro punto de encuentro. Como bien he dicho con anterioridad, me gustaba llegar a los sitios con antelación. No era la típica chica que se retrasa media hora por estar preparándose, haciendo que el novio le esperase muerto del asco. Era justo lo opuesto. Empezaba a prepararme con mucho tiempo de antelación para llegar antes a las citas. Mínimo unos diez minutos antes. No me gustaba llegar tarde a los lugares, me hacía sentir inquieta. Lo que no sabía era de dónde me vendría eso...

Pero él también era muy puntual, al igual que yo, y no tuve que esperar mucho fuera del bar para verlo aparecer por la acera con una radiante sonrisa en la cara. Ah, es verdad, no os he contado en ningún momento cómo era él físicamente, aparte de deciros que era condenadamente guapo. Pues bien, poseía unos pequeños ojos grises, un cabello negro azabache siempre peinado elegantemente, una sonrisa como de los de los anuncios de pasta de dientes y, oh sí, su cuerpo. Era muy alto, de unos 1´87, y con un cuerpo que lo mantenía bien engrasado gracias a las muchas horas que solía meter diariamente en el gimnasio. Si por tener, tenía hasta bien formadas chocolatinas en ese cuerpo de ensueño. Era la perdición de una chica. Y como ya había dicho, era mío, solo mío. ¿podía ser más afortunada?

Al llegar él a mi altura, nos saludamos con nuestro acostumbrado beso, antes de que me diese un nuevo regalo. Era tan, pero que tan, detallista. Abrí la cajita que me ofreció con una sonrisa enamorada en los labios para encontrarme con un precioso colgante de oro. Era EL colgante.

Hace un par de semanas, cuando me llevó por ahí de compras (no era el típico novio que intentaba escaquearse cuando su novia quiere ir de tiendas), vi en uno de los numerosos escaparates por la que pasamos ese mismo colgante expuesto. Me enamoré instantáneamente del objeto. Su cadena era de oro puro y el colgante, de oro blanco, tenía forma de una media luna, fiel reflejo del que cada noche vemos en el firmamento. Era perfecto. Había pensado en comprármela, pero al ver el desorbitado precio se me quitó la idea de la cabeza. Tenía más ceros de los que me podría permitir gastar a menos que pidiese ayuda económica a mi padre. De comprarlo mi cuenta corriente habría terminado sangrando copiosamente, quedando medio moribundo.

Y aquí lo tenía ahora, entre mis manos. Se había acordado…

No pude más que abalanzarme hacia él, envolviéndolo en un amoroso abrazo, sin poder dejar de darle besos.

- Gracias – beso –, eres el mejor – beso – novio –otro beso - del mundo – y más y más besos.

- No es para tanto. Yo solo quiero lo mejor para mi chica.

oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOo

Desde mi alejada posición sobre una azotea, podía observar a la melosa pareja con mi vista de ave rapaz. Lo cierto era que había mentido con eso de que tenía que ir a buscar algo. Mi única intención había sido el poder hablar a solas con Sarah. Así que tenía la tarde libre para comenzar mi jugada.

Debo admitir que me estaba asqueando ver a esa pareja dando muestras de afecto en público. Ese chico Marco, o como se llamara, no paraba de tocarla y besarla. ¡Y ella además le dejaba hacerlo o, en su defecto, le correspondía! No podía entenderlo. Puede que a los ojos de los humanos fuese "aceptable", pero nada en mi comparación. Al fin y al cabo, yo era el sumun de la perfección. No había nada más que ver mi aristocrático porte, mis hermosas facciones que volvían locas a todas las mujeres que posaban sus ojos en mí y, qué decir de mi arrolladora personalidad. Soy un mago de la seducción, un dios del galanteo. Entonces, ¿por qué me rechazó a mí en su momento y a él le ofrece todo lo que yo habría deseado para mí y me había sido cruelmente negado?

No lo podía entender, pero tampoco tendría que preocuparme mucho por ello. Si mi plan funcionaba, que lo haría, el mortal ya nunca más recibiría las atenciones de MI Sarah, porque era mía y de nadie más desde el día que se adentró en MI Labyrinth. Aunque ella aún no lo supiera.

No entraron de inmediato en el establecimiento. Tanto mejor para mí.

Desde el día que fui vencido por mi cosa preciosa, mis poderes no eran los mismos que fueron antaño. Se habían visto mermados drásticamente, pero eso no me impedía poder hacer algún que otro de mis trucos.

Aprovechando que había llovido antes y que el suelo aún se encontraba lleno de numerosos charcos, hice que uno de los coches que pasaban por allí cambiara ligeramente su rumbo para poder pasar por uno de ellos y, direccionando el agua con mi magia, mojase al besucón humano. Eso le serviría para enfriarse un poco y así alejarse de mi Sarah.

Y como todos mis planes funcionó. El humano Mario pronto dio un salto por la impresión de haber sido mojado de arriba abajo, ensuciando su cara ropa de marca y destrozando su perfecto peinado.

No pude evitar reírme mientras lo veía así, patético e insignificante. Ciertamente, parecía que sería una tarde muy interesante el que tenía por delante.

oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo

Un desastre. Así fue nuestra pequeña cita. Lo que había comenzado tan bellamente con la entrega del colgante, pronto se volvió en una interminable cadena de sucesos que no hacían más que fastidiar nuestro encuentro. Ni aunque un camión entero de gatos se nos cruzase por delante habríamos tenido peor suerte.

Primero fue lo del charco, después, tras ayudarlo a su casa a cambiarse, le atropelló una chica que andaba en bicicleta… Ni siquiera en el bar, donde planeábamos tomar un café tranquilamente, pudimos escapar de la mala suerte. Y es que, justo cuando una camarera pasaba a nuestro lado se tropezó, haciendo que un capuchino que llevaba hacia otra mesa cayese en la entrepierna de Matt. Su grito de dolor se pudo escuchar desde la estratosfera, no me cabía duda. Parecía que nos había mirado una congregación entera de tuertos o que habíamos destrozado una tienda llena de espejos. Tal era nuestra mala fortuna.

Lo único que todos estos accidentes tenían en común era que, siempre que pasaba, podía ver a un búho blanco posado en alguna parte, observándonos intensamente. En un momento dado, hasta me pareció notar que se reía. Qué peculiar…

Se oyó un móvil sonar. Era el de Matt. Este se apresuró a coger mientras me pedía disculpas, pues podía ser la llamada importante que estaba esperando.

- ¿Sí? Matt al habla – saludó –… Ah, eres tú, pequeña… Sí, no hay problema… Yo también tengo ganas de verte y estar contigo… Yo también te quiero, pequeña. Hasta ahora – dio al botón de cortar la llamada y se volvió a mí – Lo siento, cielo, era mi hermanita la que me llamaba. Dice que ha venido a visitarme y que quiere verme. Sabes que, al vivir tan alejados, no tenemos muchas ocasiones para vernos. ¿No te importa que vaya a donde ella, verdad?

- Por supuesto que no. Ve con ella, lo entiendo, no te preocupes por mí – le tranquilicé. Su hermana Marta era un cielo. La había conocido el pasado invierno, cuando Matt me llevó a cenar con su familia en Navidades, y me había caído bien inmediatamente. Sabía que a causa de la distancia los dos hermanos no se veían muy a menudo. Por eso, no sería yo quien se interpusiese en medio de ellos una de las pocas veces que se podían ver.

- Gracias, cielo, te llamaré cuando pueda y te compensaré lo de hoy. Te lo prometo – dijo dándome un beso mientras se levantaba para irse.

Le vi marcharse con una sonrisa en la cara y con paso rápido, realmente debía de echar de menos mucho a su hermana pequeña, pues él nunca corría si podía evitarlo.

Como mi cita había terminado antes de lo previsto y no había hecho ningún otro plan creyendo que se alargaría más, no tenía otra cosa que ir a mi apartamento. Pero antes…Pagué nuestras cuentas, ya que Matt, con las prisas del reencuentro con su hermana, se había olvidado de hacerlo, y salí yo también de aquel establecimiento en dirección a una tienda de ropa masculina que se encontraba a escasos metros de allí. Decidida a comprarle un bonito regalo en agradecimiento por el colgante. Después de buscar y buscar, sin encontrar nada que me agradase, me decidí por una camiseta elegante, el sustituto de la que se había estropeado irremediablemente aquella tarde, y con eso guardado en una bolsa me fui a mi casa.

Lo que quedaba de tarde fue muy tranquilo, sin ningún altibajo, o eso me gustaría ser capaz de decir…

oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo

Había estado observándolos en lo que duró la catastrófica cita, sin separarme nunca de ellos, siempre en mi forma de ave. Solo cuando el humano se fue hacia su apartamento, me permití cambiar a mi forma original.

Como ya he dicho, había sido una tarde interesante el volver un infierno la vida del mortal, pero ahí no terminaba mi jugada. Ni mucho menos. Eso solo era el pre-calentamiento. Lo que yo buscaba era que Sarah dejase a ese don nadie para poder venir directamente a mis brazos, y eso así, con pequeños sabotajes, no lo conseguiría. No, lo que yo necesitaba era conocerlo. Saber cada trapo sucio, cada cadáver que escondía en el armario. Algo grande que rompiese irremediablemente los lazos que tenía con mi cosa preciosa.
Después de volver al apartamento me encerré en el cuarto que me había indicado la compañera de Sarah que sería el mío, el mismo que se encontraba frente al de Sarah, e invoqué un cristal para ver lo que hacía su novio temporal. Era imposible que un humano fuese perfecto, debía de poseer algún fallo, alguna debilidad, alguna imperfección que yo pudiese explotar a mi favor. Solo era cuestión de buscarlo y exponerlo. Entonces Sarah lo dejaría y sería mía para siempre...

Al principio, todo fue normal. Yo sabía que le había dicho a Sarah que se iba a encontrar con su hermana pequeña. Por lo que tampoco es que mirase muy atentamente mientras giraba la bola de cristal en mis manos distraídamente, o no lo hacía hasta que vi algo bastante impactante.

- ¿Por el olor del Pantano de Eterno Hedor, qué está haciendo ese desgraciado?

Pero estaba claro lo que hacía, se estaba pegando el lote con su hermana. Eso era repugnante hasta para mí, a menos que… Mis ojos se abrieron como platos ante la repentino descubrimiento. ¡Esa no era su hermana! ¡Le estaba siendo infiel a MI Sarah con otra!

Sabía que los humanos no eran los muy brillantes, pero esto… Debía de estar muy ciego o ser rematadamente estúpido para preferir a esa mujerzuela de tres al cuarto, que lo único que tenía era unos grandes pechos falsos, antes que a mi cosa preciosa. Pero no me iba a quejar, pues esto era lo que había estado esperando encontrar. Ahora solo quedaba que ella se enterase de aquella cruel traición y podría poner en marcha el siguiente paso de su plan maestro.

Cuando la pareja dejó de copular como conejos (se veía que la mujerzuela tenía mucha práctica en ello, ni una meretriz era tan diestra como aquella), la mortal "se olvidó" en la habitación su sujetador (lo cierto es que hice que apareciese su sujetador ahí una vez puesto sin que ella se percatase). El humano al verlo llamó a la chica a voces. Demasiado tarde. Esta ya se encontraba en el ascensor, de camino a su coche y su casa a descansar, después de haber hecho tanto "ejercicio". Mason no pudo más que coger el móvil y llamarla para notificarle que se le había olvidado el sujetador en el apartamento. Solo que no la llamó a ella. A causa de un "fallo" del aparato electrónico, la llamada fue desviada hacia otra persona, una persona que estaría muy interesada por oír lo que el humano tenía que decir.

Dios, era demasiado bueno en estas cosas.

oOoOoOoOoOOoOo
oOoOoOoOo

Me encontraba chequeando si tenía todo preparado para el día siguiente cuando oí mi móvil sonar. Lo cogí de mi mesilla de noche y comprobé que era Matt. Seguramente sería para decirme que ya había terminado con su hermana y que sentía mucho el haberme dejado sola en él bar. Que cielo.

Le di al botón para coger la llamada, pero antes de que pudiera saludarle empezó a hablar.

- Hola pequeña, soy yo – esto me sorprendió, pues nunca solía llamarme pequeña ya que él era consciente de cuánto odiaba ese mote, cariñoso o no –. Solo te llamaba para decirte que antes se te ha olvidado el sujetador en mi piso y para ver si podías venir a buscarlo. No sea que mi novia lo vea y deduzca lo nuestro – yo estaba callada, con los ojos abiertos por la sorpresa. No podía ser… Matt no podía haber… Él no podía... – Eres una diosa, ¿lo sabes? Me has dejado muerto. No sabía que se podía hacer todas esas cosas en la cama.

No cabía duda. Matt me había engañado. Me había traicionado. Me había arrancado el corazón y, junto con mi confianza en él, los había pisoteado cruelmente.

Mis ojos se anegaron de lágrimas de tristeza, traición y odio, sobre todo odio. ¿Cómo se atrevía a hacerme esto a mí, a su novia? ¿Cómo? Fue entonces cuando me percaté que todos esos regalos con los que me solía obsequiar y que yo creía que eran una muestra de amor, no eran más que una manera de limpiar su sucia consciencia y mantenerme en la ignorancia, sin sospechar como era realmente detrás de esa brillante sonrisa.

- Pequeña, ¿te pasa algo? Te noto algo callada.

- Sí, me pasa algo Matt. Me pasa que me acabo de enterar que mi novio es un asqueroso cerdo, que me ha puesto los cuernos una y otra vez delante de mis narices, sin yo enterarme – mi voz estaba teñida de furia apenas contenida.

- ¿Sarah? Yo… puedo explicarlo. Yo lo sie…

- ¡Y más que lo sentirás cuando te vea, maldito desgraciado! ¡Vete a la mierda y no vulvas! ¡Hemos terminado!

No le di tiempo a contestarme o darme una explicación. No lo necesitaba. Colgué mientras más lágrimas acudían a mis ojos. Lo odiaba. Lo odiaba con todo mi corazón. ¿Cómo fue capaz de hacerme esto a mí?

En un arrebato de ira lancé mi móvil contra la pared con todas mis fuerzas, haciendo que se rompiera en mil pedazos, antes de lanzarme a la cama a llorar desconsoladamente contra la almohada. Desgarradores sollozos escapaban de mis labios. En luto por mi corazón roto.

oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo

Oí el sonido del algo impactando contra la pared, proveniente de la habitación de Sarah.

Sí, me dije para mí mismo, lo había conseguido, había conseguido alejar a esa sabandija de mi Sarah para siempre. Y ahora era el momento de recoger lo que había sembrado.

Salí de mi habitación, dispuesto a ir a donde ella, cuando unos sollozos me interrumpieron. Era Sarah y estaba llorando. Esos llantos me llegaron hasta el corazón. En ningún momento creí que le dolería tanto, lo único que quería era alejar al humano y brindarle la oportunidad de ser feliz a mi lado. No destrozarla.

Abrí la puerta despacio.

- Sarah, ¿estás bien? ¿He oído unos llantos y me he preocupado? – tuve apenas tiempo de alejarme de la trayectoria de unos zapatos.

- Vete. Déjame sola – su voz sonaba ronca y débil a causa de las lágrimas.

Volví a asomar la cabeza y la imagen que vi me desgarró el alma. Mi fuerte Sarah se encontraba tumbada en su cama hecha un ovillo, con la cara tapada por una almohada húmeda por tantas lágrimas. Era la viva imagen de un corazón roto. Y no podía permitirme verla así. Siempre había sentido una debilidad por aquella humana, nunca pudiendo verla en peligro o dañada. Eso no había cambiado.

Empecé a caminar hacia ella mientras esquivaba más proyectiles que lanzaba en mi dirección, pero no me rendí, no hasta que llegué a donde estaba y me senté a su lado en la cama.

- Vete.

- No, no lo haré hasta que me digas por qué lloras, cosa preciosa – le dije firmemente.

Levantó su mirada hacia mí, de la que aún emanaban abundantes lágrimas, y dudó antes de contestarme con una pequeña voz.

- Es mi culpa. Todo es mi culpa. Matt me ha puesto los cuernos porque yo no quería acostarme con él – me contestó entre sollozos –. Yo solo… yo no estaba preparada y ahora he perdido a Matt, como a todos mis demás novios, por no estarlo. Es mi culpa…

- No, no lo es – mi voz era tranquila mientras acercaba mi mano a su espada para acariciarla –. Es suyo. Y déjame añadir que es un estúpido que no te merece si no sabe apreciar lo que tiene. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría si no ir a por otra teniendo a una cosa preciosa como tú? Un ciego eso seguro.

Empecé a susurrarle palabras tranquilizadoras, mientras le frotaba la espalda durante horas y horas. Sus lágrimas empezaron a parar poco a poco gracias a mis atenciones y pronto se sumió en un profundo sueño reparador. La tapé con las mantas y, besándola en la frente, empecé a caminar hacia la salida cuando oí una pequeña y soñolienta voz.

- Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario