N/A: Aquí os dejo otro capitulo más. Un capitulo que nos acerca un
poco más al final del plan de Jareth (aunque eso no significa que
sea el fin del relato). No queda mucho para que nuestro querido rey
muestre su verdadero rostro. En el capítulo anterior ha conseguido la confianza de nuestra ingenua protagonista con su inestimable y "desinteresada" ayuda. Un hecho que le acerca un paso más a la culminación de su objetivo, solo unas piezas más y podrá decir tranquilamente con esa sonrisa suya: Jaque Mate.
Gracias a Ana Maria Wong por su comentario, el primero que recibo con gran alegría. Espero que te guste la película, a mi me enamoró desde pequeñita, en especial las hermosas canciones de David Bowie, como también espero que te guste mi relato. Asimismo, te dedico a ti este capítulo por ser la primera persona que me comenta en el blog.
Y
sin más que decir, espero que disfrutéis de la lectura. ¡Espero
vuestros comentarios! Sé que estáis ahí, manifestaros jeje.
Aclaración:
Vuelvo a repetir una vez más que no me pertenece nada de lo que
aparezca aquí (salvo a Irina y demás) y que solo escribo esto por
puro placer de poder crear mi propia continuación de esta bella
historia. No gano nada de dinero con esto (aunque tampoco estaría
mal XD ).
Capítulo
6: El Fin Justifica Los Medios
Las
semanas pasaron y, para mi asombro y agrado, me encontré olvidándome
de Matt y de lo que me hizo. No es como si no lo viera cada día en
clase con su nueva novia, haciendo demostraciones públicas de su
amor, pero no estaba sola. Ahí estaba Jareth siempre que lo
necesitase. Era como si leyese mi estado de ánimo o mi mente, pues
siempre encontraba la manera de mejorar mi humor o distraerme cuando
lo necesitaba. Y debo admitir que se había convertido en un gran y
querido amigo. Si me hubieran dicho hace unas semanas, cuando Irina
le permitió vivir con nosotras, que me agradaría el estar junto a
él lo habría tomado por loco, pero ahora…
-
De verdad que no tienes que venir conmigo. Esta semana no te toca a
ti hacer la compra.
Nos
encontrábamos de camino al supermercado. La convivencia precisa de
unas reglas. Por ello, hace tiempo que establecimos, en nuestra
cocina, un calendario donde figuraban los deberes de cada uno de
nosotros para cada semana. Lavar los platos, hacer la colada, limpiar
la casa… había mucho que hacer en un piso estudiantil. Por eso
propuse este sistema de deberes rotatorios. Cada uno tenía un
trabajo, un trabajo que cada semana se iban intercambiando. Así
nadie estaría encadenado de por vida a ninguna función. Esta
semana, por ejemplo, me tocaba a mí el deber de llenar la nevera de
alimentos. Aún así, Jareth se había empeñado en acompañarme.
Según él, para ayudarme a llevar las pesadas bolsas.
-
Pero quiero ayudarte – contestó obstinadamente por enésima vez.
En
estas semanas había aprendido que, al igual que mi compañera de
piso, si se le metía algo entre ceja y ceja no había quien lo
convenciese para lo contrario. De modo que claudiqué, permitiendo
que viniese conmigo.
Una
vez dentro del establecimiento él se hizo cargo del carro y yo de
mirar la lista de la compra que había ideado y meter todo lo que
ponía en él.
- Y
dime, cosa preciosa, ¿qué nos prepararas hoy para cenar?
-
¿Por qué me llamas siempre así? – le pregunté extrañada.
Siempre me llamaba así, desde el primer día que nos conocimos.
-
¿Así cómo? – podía notar la confusión en su voz.
-
Quiero decir, ¿por qué me llamas siempre cosa preciosa?
-
¿No te gusta? Si quieres puedo llamarte como más te guste.
-
No, no, está bien, solo que es extraño nada más. Me hace recordar…
– me callé. Había estado a punto de decir que me recordaba a
cierta canción que cierto Rey Goblin me había cantado en cierto
castillo, que me recordaba al apodo cariñoso que cierto monarca
secuestra niños me susurraba al oído. Por fortuna, pude refrenarme
a tiempo. No necesitaba que otra persona más se alejase de mi vida
por mis episodios de locura, y menos alguien que tanto bien me estaba
haciendo en aquellos tiempos – Olvídalo.
Y,
tal como se lo dije, no escavó más en el tema. Aunque por el brillo
fugaz en sus ojos, pude intuir que lo estaba deseando. Pero,
ateniendo una vez más a mis deseos, desistió. De allí en adelante,
se podría decir que tuvimos un agradable tiempo de compras, en la
que pudimos hablar de todo y de nada.
Una
vez de vuelta a nuestro piso, me ayudó a meter cada cosa en su
sitio, mientras charlábamos sobre si el profesor Sánchez, nuestro
profesor de Derecho Civil, llevaba o no peluca. El decía que sí,
que ese pelo que, más que cabellera real parecía un armadillo al
que han masticado y escupido sobre su cabeza, no podía ser natural.
Y me reí, me reí realmente por primera vez en unas cuantas semanas.
Una verdadera risa que venía desde lo más hondo de mí.
-
¿Qué son esas risas? ¿Qué me acabo de perder? – preguntó mi
amiga mientras entraba en la cocina con manchas de pintura, tanto en
su cara como en sus brazos y ropas. Se notaba que había estado
trabajando.
Hace
unos días, Irina me había comentado que una profesora le había
preguntado si podría preparar unos cuantos nuevos cuadros para una
galería de arte que estaba preparando. Al parecer, vendría algún
que otro pez gordo a verlos, lo que podría aportar un gran empujón
en su carrera como artista. Además de que le aseguraría un aprobado
en la asignatura si a la profesora le agradaba su obra. Desde
entonces, no había momento en la que no estuviese trabajando en ello
en cuerpo y alma, encerrada en su estudio. Según ella, para crear su
obra más perfecta y deslumbrante. Una obra que, pese a mis numerosos
esfuerzos, no me permitía ver hasta tenerlo acabado por completo.
-
Nada, solo me estaba imaginando qué aspecto tendría un armadillo
masticado y me ha venido la risa – le contesté –. ¿Y tú qué
tal vas con lo tuyo?
-
Está casi terminado – su sonrisa era radiante, no cabía en si de
gozo – Un par de toques más y listo. Pero a lo que venía, chicos,
– dijo centrándose un poco – se me ha ocurrido que, como hoy es
viernes, y ninguno de nosotros tiene ningún plan que yo sepa.
Vayamos a celebrar mi oportunidad de éxito y la soltería de Sarah
por todo lo alto. Hasta puede que caces alguna buena pieza. ¿Qué me
decís?
-
¿Tan pronto? No sé, apenas han pasado unas semanas y…
-
Más razón entonces para salir – me cortó sin darme la
oportunidad de finalizar mi negativa –. De esa forma, le
demostraras a ese engreído infeliz, que ya te has olvidado
completamente de él, que has pasado página. ¿Y qué mejor forma de
hacerlo que celebrar que ya no se encuentra en nuestras vidas? – me
lanzó una de sus miradas que decían: "más te vale rendirte,
si es preciso te llevo a rastras".
-
Está bien – me rendí con un suspiro teatral –. Iremos a
celebrarlo.
-
¡Bien! – me envolvió en un abrazo entusiasta – Veras qué bien
nos lo pasaremos todos juntos.
En
ese momento oí mi teléfono móvil sonar, o debería decir mi nuevo
móvil. Después de haber roto el anterior tuve que hacerme con otro.
Efectos secundarios de una ruptura. Lo cogí de mi bolso y miré la
pantalla. Era Karen. Me disculpé con ellos y me dirigí a mi cuarto,
cerrando la puerta tras de mí. ¿Qué es lo que querría mi
madrastra esta vez? No es como si nos llamásemos entre nosotros como
hacían otras familias. Si pasaba algo o hacían algún plan que me
incluía, era el trabajo de mi padre el informarme, no el de Karen.
Ella nunca antes me había llamado. ¿Qué habría cambiado? ¿Le
había ocurrido algo malo a mi padre o a Toby? Con los nervios a flor
de piel y cruzando los dedos para que no fuese nada grave, pulsé el
botón verde para contestar la llamada.
-
¿Sí? Sarah al habla.
-
Soy Karen – iba a saludarla, pero sus siguientes palabras cortaron
mi protocolario saludo de raíz - ¿Qué crees que estás haciendo
jovencita?
-
¿Perdón? – ciertamente no entendía de lo que me hablaba.
-
Me he tenido que enterar por Matt que has roto con él. ¿Acaso
quieres morir soltera cuando tenías en tus manos semejante apuesto
joven? El pobre me acaba de llamar para explicarme lo que pasó y
decirme que, pese que ha intentado olvidarte viéndose con otra
chica, no ha podido y que te echa mucho de menos. De modo que ya te
estoy viendo llamándole en respuesta tan pronto como terminemos de
hablar, ¿me comprendes jovencita?
-
¡¿De qué diablos hablas?! – grité yo enfadada – Fue él quien
me puso los cuernos, ¿acaso no te ha dicho eso?
-
Por supuesto que me lo ha confesado. Como también me ha dicho que
está tremendamente arrepentido por su error, que solo espera que le
llegues a perdonar. Cosa que lo harás. Es un hombre, y los hombres a
veces cometen estupideces que, nosotras, las mujeres debemos
perdonar. Yo sé lo que es bueno para ti, créeme, y él lo es. De
modo que, como tu madre, te digo…
-
¡Tú no eres mi madre! ¡Solo eres la mujer de mi padre y madre de
mi hermano, nada más! – le contesté, cortando en seco su monólogo
sobre lo que me convenía o lo que no – No te atrevas a meterte en
mí vida para controlarlo a tu antojo. No tienes derecho a hacerlo. Y
ahora, se me perdonas, hay una fiesta que me espera. Adiós, Karen.
Corté
la comunicación, sin permitirle soltar más de su veneno por el
audífono, mientras contenía las ganas de lanzar este nuevo teléfono
también contra la pared o estrujarlo entre mis dedos hasta ser un
amasijo irreconocible. Las lágrimas acudieron a mis ojos sin yo
pedirlo. ¿Cómo se había atrevido a decirme todas aquellas cosas?
¿Cómo se había atrevido a ponerse en mi contra? ¿Qué le había
hecho yo para que me odiase tanto como para querer volver a
emparejarme con semejante cerdo desleal? Estaba segura que mi padre
estaba enterado de todo esto también, no había nada que no se
dijeran entre ellos, entonces… ¿Por qué le había permitido
decirme semejantes cosas? ¿Es que acaso él también estaba del lado
de Matt y, en consecuencia, en mi contra?
¿Por
qué todos los que me rodean terminan decepcionándome? Primero mamá
cuando me dejó por su carrera, luego mi padre y Karen por tratar de
controlar mi vida, luego Matt con su engaño…
Me
encontraba tan sola…
Parpadeé
fuertemente para hacer retroceder mis lágrimas. No lloraría más,
no les permitiría ver mi dolor nuevamente. No, en vez de eso me iría
a divertir y a olvidarme de todo esto. Ahora sí que estaba motivada
para salir de marcha.
oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo
Se
encerró en su cuarto para poder hablar en privado, aunque yo bien
sabía quien era la persona que la llamaba. Hay pocas cosas que se
escapan de la vista de un búho majestuoso como yo.
-
Bien, he estado esperando el momento de hablar los dos solos desde
hace mucho – soltó de repente la humana, cruzándose de manos y
borrando de su cara la sonrisa que le había mostrado a Sarah antes –
No pienses de no sé de qué vas. Puede que Sarah no lo vea, pero yo
no soy tan inocente como ella.
-
No sé de lo que me hablas – abrí los ojos fingiendo sorpresa como
el mejor de los actores.
-
Oh, yo creo que sí – me contestó –. Puedo ver la forma en la
que la miras cuando ella no te está observando o la manera en la que
hablas con Sarah cuando crees que estáis solos. Como he dicho, no
estoy ciega ni soy sorda. Y, como su mejor amiga, me veo en la
obligación de decirte que, si por tu culpa Sarah termina lastimada,
desearás no haber nacido nunca – su tono era oscuro, peligroso. De
llegar a ser yo humano, creo que me hubiese asustado. Por fortuna
para mí, estaba lejos de ser tal ser inferior –. Ella es una
persona muy importante para mí, una persona que ya ha pasado por
mucho sin la necesidad de añadir nada más.
-
Mis intenciones para con Sarah no implican dañarla,
todo lo contrario. Te lo puedo asegurar.
-
Eso espero por tu bien, eso espero. Solo recuerda, te estaré
vigilando muy de cerca – me señaló con dos dedos extendidos, el
corazón y el anular, para a continuación llevárselos a los ojos.
Diciendo silenciosamente: "no te quitaré el ojo de encima en
ningún momento y si veo algo sospechoso...". La amenaza estaba
en el aire. Casi podía palparlo.
Sabía
que este momento llegaría tarde o temprano.
Debía
de haber notado mi interés por Sarah desde hace un tiempo. La amiga
de mi cosa preciosa era muy protectora, pero la comprendía. Si todo
lo que sabía de ella era cierto, era normal que se pusiese así. Más
si cabe, teniendo en cuenta que un mortal le había roto el corazón
no hace mucho tiempo. Aún así no debería preocuparse por mí. Yo
no era un mortal, ni mucho menos ese despreciable humano que no
apreció lo que tenía. Yo era un ser inmortal, un rey inmortal, para
ser exactos. Un rey que planeaba llevársela de vuelta a su mundo
donde ella realmente pertenecía. Y esta vez sería para siempre, no
mucho tiempo en realidad.
Ahora
que lo pensaba más detenidamente, tenía razones más que de sobra
para recelar de mí. Ni siquiera yo confiaría de mí mismo si fuera
ella y pudiese ver lo que tenía planeado para la fiesta.
La
fiesta de despedida de Sarah.
Todas
las piezas estaban colocadas apropiadamente para el momento
culminante. El cual sería esta noche. Había tenido que flirtear un
poco con la mujerzuela del humano para hacer que rompieran. Había
mandado a algunos de mis goblins para que le susurraran desde las
sombras a Mortadelo la idea de querer reconciliarse con Sarah y que,
para ello, llamase a su madrastra para allanar el camino. Y ahora su
madrastra estaría echándole a mi querida Sarah un buen rapapolvo
por el teléfono. Puede que mis métodos fueran crueles o que no
estuviese jugando limpio, pero ¡qué demonios! Era el Rey de los
Goblins. No era conocido por ser justo exactamente. Además, aunque
esto dañase un poco el corazón de Sarah, era lo mejor. ¿Para
quién? Para mí, por supuesto. El único que realmente importaba en
esta historia, ¿quién si no?
Y
como dicen los humanos: el fin justifica los medios...
Voy a tener que obligar a mi novio a que me diga cosa preciosa jaja muy buen capítulo!
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