Traductor

Páginas

sábado, 27 de junio de 2015

Capítulo 6: El Fin Justifica Los Medios

N/A:  Aquí os dejo otro capitulo más. Un capitulo que nos acerca un poco más al final del plan de Jareth (aunque eso no significa que sea el fin del relato). No queda mucho para que nuestro querido rey muestre su verdadero rostro. En el capítulo anterior ha conseguido la confianza de nuestra ingenua protagonista con su inestimable y "desinteresada" ayuda. Un hecho que le acerca un paso más a la culminación de su objetivo, solo unas piezas más y podrá decir tranquilamente con esa sonrisa suya: Jaque Mate. 

Gracias a Ana Maria Wong por su comentario, el primero que recibo con gran alegría. Espero que te guste la película, a mi me enamoró desde pequeñita, en especial las hermosas canciones de David Bowie, como también espero que te guste mi relato. Asimismo, te dedico a ti este capítulo por ser la primera persona que me comenta en el blog. 

Y sin más que decir, espero que disfrutéis de la lectura. ¡Espero vuestros comentarios! Sé que estáis ahí, manifestaros jeje.

Aclaración: Vuelvo a repetir una vez más que no me pertenece nada de lo que aparezca aquí (salvo a Irina y demás) y que solo escribo esto por puro placer de poder crear mi propia continuación de esta bella historia. No gano nada de dinero con esto (aunque tampoco estaría mal XD ).


Capítulo 6: El Fin Justifica Los Medios

Las semanas pasaron y, para mi asombro y agrado, me encontré olvidándome de Matt y de lo que me hizo. No es como si no lo viera cada día en clase con su nueva novia, haciendo demostraciones públicas de su amor, pero no estaba sola. Ahí estaba Jareth siempre que lo necesitase. Era como si leyese mi estado de ánimo o mi mente, pues siempre encontraba la manera de mejorar mi humor o distraerme cuando lo necesitaba. Y debo admitir que se había convertido en un gran y querido amigo. Si me hubieran dicho hace unas semanas, cuando Irina le permitió vivir con nosotras, que me agradaría el estar junto a él lo habría tomado por loco, pero ahora…

- De verdad que no tienes que venir conmigo. Esta semana no te toca a ti hacer la compra.

Nos encontrábamos de camino al supermercado. La convivencia precisa de unas reglas. Por ello, hace tiempo que establecimos, en nuestra cocina, un calendario donde figuraban los deberes de cada uno de nosotros para cada semana. Lavar los platos, hacer la colada, limpiar la casa… había mucho que hacer en un piso estudiantil. Por eso propuse este sistema de deberes rotatorios. Cada uno tenía un trabajo, un trabajo que cada semana se iban intercambiando. Así nadie estaría encadenado de por vida a ninguna función. Esta semana, por ejemplo, me tocaba a mí el deber de llenar la nevera de alimentos. Aún así, Jareth se había empeñado en acompañarme. Según él, para ayudarme a llevar las pesadas bolsas.

- Pero quiero ayudarte – contestó obstinadamente por enésima vez.

En estas semanas había aprendido que, al igual que mi compañera de piso, si se le metía algo entre ceja y ceja no había quien lo convenciese para lo contrario. De modo que claudiqué, permitiendo que viniese conmigo.

Una vez dentro del establecimiento él se hizo cargo del carro y yo de mirar la lista de la compra que había ideado y meter todo lo que ponía en él.

- Y dime, cosa preciosa, ¿qué nos prepararas hoy para cenar?

- ¿Por qué me llamas siempre así? – le pregunté extrañada. Siempre me llamaba así, desde el primer día que nos conocimos.

- ¿Así cómo? – podía notar la confusión en su voz.

- Quiero decir, ¿por qué me llamas siempre cosa preciosa?

- ¿No te gusta? Si quieres puedo llamarte como más te guste.

- No, no, está bien, solo que es extraño nada más. Me hace recordar… – me callé. Había estado a punto de decir que me recordaba a cierta canción que cierto Rey Goblin me había cantado en cierto castillo, que me recordaba al apodo cariñoso que cierto monarca secuestra niños me susurraba al oído. Por fortuna, pude refrenarme a tiempo. No necesitaba que otra persona más se alejase de mi vida por mis episodios de locura, y menos alguien que tanto bien me estaba haciendo en aquellos tiempos – Olvídalo.

Y, tal como se lo dije, no escavó más en el tema. Aunque por el brillo fugaz en sus ojos, pude intuir que lo estaba deseando. Pero, ateniendo una vez más a mis deseos, desistió. De allí en adelante, se podría decir que tuvimos un agradable tiempo de compras, en la que pudimos hablar de todo y de nada.

Una vez de vuelta a nuestro piso, me ayudó a meter cada cosa en su sitio, mientras charlábamos sobre si el profesor Sánchez, nuestro profesor de Derecho Civil, llevaba o no peluca. El decía que sí, que ese pelo que, más que cabellera real parecía un armadillo al que han masticado y escupido sobre su cabeza, no podía ser natural. Y me reí, me reí realmente por primera vez en unas cuantas semanas. Una verdadera risa que venía desde lo más hondo de mí.

- ¿Qué son esas risas? ¿Qué me acabo de perder? – preguntó mi amiga mientras entraba en la cocina con manchas de pintura, tanto en su cara como en sus brazos y ropas. Se notaba que había estado trabajando.

Hace unos días, Irina me había comentado que una profesora le había preguntado si podría preparar unos cuantos nuevos cuadros para una galería de arte que estaba preparando. Al parecer, vendría algún que otro pez gordo a verlos, lo que podría aportar un gran empujón en su carrera como artista. Además de que le aseguraría un aprobado en la asignatura si a la profesora le agradaba su obra. Desde entonces, no había momento en la que no estuviese trabajando en ello en cuerpo y alma, encerrada en su estudio. Según ella, para crear su obra más perfecta y deslumbrante. Una obra que, pese a mis numerosos esfuerzos, no me permitía ver hasta tenerlo acabado por completo.

- Nada, solo me estaba imaginando qué aspecto tendría un armadillo masticado y me ha venido la risa – le contesté –. ¿Y tú qué tal vas con lo tuyo?

- Está casi terminado – su sonrisa era radiante, no cabía en si de gozo – Un par de toques más y listo. Pero a lo que venía, chicos, – dijo centrándose un poco – se me ha ocurrido que, como hoy es viernes, y ninguno de nosotros tiene ningún plan que yo sepa. Vayamos a celebrar mi oportunidad de éxito y la soltería de Sarah por todo lo alto. Hasta puede que caces alguna buena pieza. ¿Qué me decís?

- ¿Tan pronto? No sé, apenas han pasado unas semanas y…

- Más razón entonces para salir – me cortó sin darme la oportunidad de finalizar mi negativa –. De esa forma, le demostraras a ese engreído infeliz, que ya te has olvidado completamente de él, que has pasado página. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que celebrar que ya no se encuentra en nuestras vidas? – me lanzó una de sus miradas que decían: "más te vale rendirte, si es preciso te llevo a rastras".

- Está bien – me rendí con un suspiro teatral –. Iremos a celebrarlo.

- ¡Bien! – me envolvió en un abrazo entusiasta – Veras qué bien nos lo pasaremos todos juntos.

En ese momento oí mi teléfono móvil sonar, o debería decir mi nuevo móvil. Después de haber roto el anterior tuve que hacerme con otro. Efectos secundarios de una ruptura. Lo cogí de mi bolso y miré la pantalla. Era Karen. Me disculpé con ellos y me dirigí a mi cuarto, cerrando la puerta tras de mí. ¿Qué es lo que querría mi madrastra esta vez? No es como si nos llamásemos entre nosotros como hacían otras familias. Si pasaba algo o hacían algún plan que me incluía, era el trabajo de mi padre el informarme, no el de Karen. Ella nunca antes me había llamado. ¿Qué habría cambiado? ¿Le había ocurrido algo malo a mi padre o a Toby? Con los nervios a flor de piel y cruzando los dedos para que no fuese nada grave, pulsé el botón verde para contestar la llamada.

- ¿Sí? Sarah al habla.

- Soy Karen – iba a saludarla, pero sus siguientes palabras cortaron mi protocolario saludo de raíz - ¿Qué crees que estás haciendo jovencita?

- ¿Perdón? – ciertamente no entendía de lo que me hablaba.

- Me he tenido que enterar por Matt que has roto con él. ¿Acaso quieres morir soltera cuando tenías en tus manos semejante apuesto joven? El pobre me acaba de llamar para explicarme lo que pasó y decirme que, pese que ha intentado olvidarte viéndose con otra chica, no ha podido y que te echa mucho de menos. De modo que ya te estoy viendo llamándole en respuesta tan pronto como terminemos de hablar, ¿me comprendes jovencita?

- ¡¿De qué diablos hablas?! – grité yo enfadada – Fue él quien me puso los cuernos, ¿acaso no te ha dicho eso?

- Por supuesto que me lo ha confesado. Como también me ha dicho que está tremendamente arrepentido por su error, que solo espera que le llegues a perdonar. Cosa que lo harás. Es un hombre, y los hombres a veces cometen estupideces que, nosotras, las mujeres debemos perdonar. Yo sé lo que es bueno para ti, créeme, y él lo es. De modo que, como tu madre, te digo…

- ¡Tú no eres mi madre! ¡Solo eres la mujer de mi padre y madre de mi hermano, nada más! – le contesté, cortando en seco su monólogo sobre lo que me convenía o lo que no – No te atrevas a meterte en mí vida para controlarlo a tu antojo. No tienes derecho a hacerlo. Y ahora, se me perdonas, hay una fiesta que me espera. Adiós, Karen.

Corté la comunicación, sin permitirle soltar más de su veneno por el audífono, mientras contenía las ganas de lanzar este nuevo teléfono también contra la pared o estrujarlo entre mis dedos hasta ser un amasijo irreconocible. Las lágrimas acudieron a mis ojos sin yo pedirlo. ¿Cómo se había atrevido a decirme todas aquellas cosas? ¿Cómo se había atrevido a ponerse en mi contra? ¿Qué le había hecho yo para que me odiase tanto como para querer volver a emparejarme con semejante cerdo desleal? Estaba segura que mi padre estaba enterado de todo esto también, no había nada que no se dijeran entre ellos, entonces… ¿Por qué le había permitido decirme semejantes cosas? ¿Es que acaso él también estaba del lado de Matt y, en consecuencia, en mi contra?

¿Por qué todos los que me rodean terminan decepcionándome? Primero mamá cuando me dejó por su carrera, luego mi padre y Karen por tratar de controlar mi vida, luego Matt con su engaño…

Me encontraba tan sola…

Parpadeé fuertemente para hacer retroceder mis lágrimas. No lloraría más, no les permitiría ver mi dolor nuevamente. No, en vez de eso me iría a divertir y a olvidarme de todo esto. Ahora sí que estaba motivada para salir de marcha.

oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo

Se encerró en su cuarto para poder hablar en privado, aunque yo bien sabía quien era la persona que la llamaba. Hay pocas cosas que se escapan de la vista de un búho majestuoso como yo.

- Bien, he estado esperando el momento de hablar los dos solos desde hace mucho – soltó de repente la humana, cruzándose de manos y borrando de su cara la sonrisa que le había mostrado a Sarah antes – No pienses de no sé de qué vas. Puede que Sarah no lo vea, pero yo no soy tan inocente como ella.

- No sé de lo que me hablas – abrí los ojos fingiendo sorpresa como el mejor de los actores.

- Oh, yo creo que sí – me contestó –. Puedo ver la forma en la que la miras cuando ella no te está observando o la manera en la que hablas con Sarah cuando crees que estáis solos. Como he dicho, no estoy ciega ni soy sorda. Y, como su mejor amiga, me veo en la obligación de decirte que, si por tu culpa Sarah termina lastimada, desearás no haber nacido nunca – su tono era oscuro, peligroso. De llegar a ser yo humano, creo que me hubiese asustado. Por fortuna para mí, estaba lejos de ser tal ser inferior –. Ella es una persona muy importante para mí, una persona que ya ha pasado por mucho sin la necesidad de añadir nada más.

- Mis intenciones para con Sarah no implican dañarla, todo lo contrario. Te lo puedo asegurar.

- Eso espero por tu bien, eso espero. Solo recuerda, te estaré vigilando muy de cerca – me señaló con dos dedos extendidos, el corazón y el anular, para a continuación llevárselos a los ojos. Diciendo silenciosamente: "no te quitaré el ojo de encima en ningún momento y si veo algo sospechoso...". La amenaza estaba en el aire. Casi podía palparlo.

Sabía que este momento llegaría tarde o temprano.

Debía de haber notado mi interés por Sarah desde hace un tiempo. La amiga de mi cosa preciosa era muy protectora, pero la comprendía. Si todo lo que sabía de ella era cierto, era normal que se pusiese así. Más si cabe, teniendo en cuenta que un mortal le había roto el corazón no hace mucho tiempo. Aún así no debería preocuparse por mí. Yo no era un mortal, ni mucho menos ese despreciable humano que no apreció lo que tenía. Yo era un ser inmortal, un rey inmortal, para ser exactos. Un rey que planeaba llevársela de vuelta a su mundo donde ella realmente pertenecía. Y esta vez sería para siempre, no mucho tiempo en realidad.

Ahora que lo pensaba más detenidamente, tenía razones más que de sobra para recelar de mí. Ni siquiera yo confiaría de mí mismo si fuera ella y pudiese ver lo que tenía planeado para la fiesta.

La fiesta de despedida de Sarah.

Todas las piezas estaban colocadas apropiadamente para el momento culminante. El cual sería esta noche. Había tenido que flirtear un poco con la mujerzuela del humano para hacer que rompieran. Había mandado a algunos de mis goblins para que le susurraran desde las sombras a Mortadelo la idea de querer reconciliarse con Sarah y que, para ello, llamase a su madrastra para allanar el camino. Y ahora su madrastra estaría echándole a mi querida Sarah un buen rapapolvo por el teléfono. Puede que mis métodos fueran crueles o que no estuviese jugando limpio, pero ¡qué demonios! Era el Rey de los Goblins. No era conocido por ser justo exactamente. Además, aunque esto dañase un poco el corazón de Sarah, era lo mejor. ¿Para quién? Para mí, por supuesto. El único que realmente importaba en esta historia, ¿quién si no?


Y como dicen los humanos: el fin justifica los medios...

1 comentario:

  1. Voy a tener que obligar a mi novio a que me diga cosa preciosa jaja muy buen capítulo!

    ResponderEliminar