N/A: Algunos de vosotros estaréis deseando un final horrible para el desgraciado de Matt. Pobre Sarah. Su pequeño corazón a sido destruido cruelmente por la traición de esa sabandija. Lo bueno, o malo de todo esto, según desde qué punto de vista, es que parece que los planes de Jareth van con viento en popa. Sarah hasta le ha dado las gracias
Por otro lado, parece que no es el nombre de Hoggle el único que no es capaz de recordar nuestro querido Jareth. Parece que no es capaz de decir correctamente el nombre de Matt ni aunque la vida le fuese en ello, tan poco le importa el despreciable humano. No sabéis cuanta gracia me hacía a mí escribir todas las variables de dicho nombre que podrían salir de los labios del rey.
Pero
bueno, no os entretengo más. Aquí tenéis el siguiente capítulo. Yo
mientras tanto intentaré seguir escribiendo su continuación y esperaré
vuestras opiniones y comentarios como siempre. ¡Que tengáis una buena lectura!
Aclaración:
Como
siempre, aclaro que los personajes no son míos (a excepción de
Irina, Matt y Margaret) y que no consigo nada de todo esto, más que el
placer de escribir y ser leída. Más quisiera yo que Jareth fuera
mio. A diferencia de Sarah, yo no lo rechazaría, me lo quedaría
para mí sola para siempre jejejejje (risa malvada XD)
Capitulo
5: Empezando A Confiar
-
Soy Sarah Williams y esta es mi realidad – murmuré nada más
despertarme, con la voz aún de tanto llorar el día anterior -. No
existen ni el
Labyrinth,
ni su estúpido y cruel Rey.
Y
como siempre, desde que mi psicóloga así me lo ordenó, repetí
tres veces esa misma frase en mi mente, para convencerme de que no me
encontraba realmente en el Labyrinth. Pero, por primera vez en mucho,
muchísimos años, deseé el poder encontrarme ahí, que no todo
fuera un mero sueño. Apenas me acuerdo de la última vez que tuve
ese mismo deseo de escapar de la realidad de un corazón roto.
Aquella última vez, fue a causa de lo sola e incomprendida que me
sentía en mi propia vida, todo por tener estos mismos sueños y
hablar con amigos imaginarios, pues todos me tomaban por loca o me
trataban como si mi locura pudiese contagiarse. Fue la peor época de
mi vida. Ahora, años después, volvía a tener el mismo deseo.
Quería que ese mundo fuera real para poder huir y dejar atrás el
dolor que me había causado Matt con su traición. Y sí, dolía,
dolía mil horrores. Era, para que os hagáis a la idea, como si me
hubiesen clavado unas cien estacas en mi frágil corazón.
Además,
como si eso no fuese suficiente, mi mente no dejaba de martirizarme.
No podía parar de pensar que debía haberlo visto venir, debía
haber visto las señales que siempre habían estado ahí. Pero había
estado demasiado cegada de amor para percatarme de ello. Estúpida de
mí.
Al
principio de nuestra relación no solía darme tantos obsequios, ni
lo hacía tan seguidamente. Más de una vez me venía a preguntar a
ver si estaba preparada para acostarme con él, a lo que siempre le
contestaba que no. No os confundáis, no soy una mojigata, ni mucho
menos. Solo soy una romántica empedernida. Siempre he pensado que de
acostarte con alguien debería ser con alguien que amas con locura y
que te ama igualmente. Y aunque yo quería a Matt, no veía que
hubiésemos alcanzado esa etapa de nuestra relación. Es más, yo era
de esas chicas que querían esperar hasta su noche de bodas para
llevar a cabo ese acto de amor. Quería que todo fuera perfecto.
Llamadme antigua si queréis, pero era la verdad.
Pues
bien, con el tiempo nuestra relación cambió. Más concretamente
desde hace aproximadamente medio año. El número de regalos se
agrandó y dejó de insistir tanto en lo de acostarnos. En ese
entonces creí que fue porque comprendió la importancia que tenía
para mi aquello, que no le importaba esperarme, pero ahora… Había
dado por hecho muchas cosas y ahora me tocaba pasar factura por ello.
Si
solo hubiese sido más lista…
Con
la cabeza baja y los ánimos hundidos, puede que las tranquilizadoras
palabras de Jareth me hubiesen ayudado a conciliar el sueño pero no
consiguieron curar mi corazón, me dirigí a la cocina a desayunar
tranquilamente aunque los ánimos no estuviesen para ello. Por no
estar, hoy no estaba de humor para salir a correr como cada mañana.
Entré
cual zombi, sin hacer contacto visual a mis dos compañeros de piso
que ya se encontraban sentados a la mesa mientras arrastraba mi
existencia por el cuarto, y me preparé un café doble.
-
¿Eso no es demasiado hasta para ti, Sarah? – me preguntó mi amiga
con tono alegre, pero al ver mis ojos, rojos e hinchados, su humor
cambió repentinamente – ¿Has llorado? ¿Qué ha pasado? – al
instante la tenía a mi lado, con los brazos sobre mis hombros,
obligándome a mirarla.
-
Yo… prefiero no hablar de ello ahora – dije con voz rasposa,
intentando apartar la mirada. Sabía que si sacaba el tema, el dique
que había conseguido alzar se vendría abajo y no podría evitar
empezar a llorar nuevamente.
-
Es por Martín – contestó Jareth desde su sitio –. El muy
estúpido le ha puesto los cuernos.
Si
las miradas matasen, él se habría convertido en comida para los
gusanos del cementerio, por la letal mirada que le lancé.
-
Oh, dios mio, lo siento Sarah – Irina me enterró en unos de sus
abrazos de oso, cosa que no hizo ayudó a mantener mi compostura y,
enterrando mi cara en su hombro, di rienda suelta a mi dolor –
Sssh, Sarah, tranquila, ya pasó. Ese malnacido… ¡Le voy a
arrancar las pelotas para hacerme una corbata con ellas! ¡Como se
atreve! ¡Te juro que, si me vuelvo a encontrar con ese desgraciado,
maldecirá el día en que nació por hacerte semejante cosa!
Estuve
así un buen rato, mojando la camiseta de mi amiga, mientras ella no
dejaba de maldecir, cual camionero con sed de venganza, el nombre de
Matt e ideaba imaginativas y perversas formas de hacerle pagar. Y
eso, ver su apoyo, aunque no recompuso los trocitos de mi destrozado
y maltrecho corazón, consiguió aligerar su peso un poco. Era
agradable ver que tenía una amiga que estaría dispuesta a ir a la
cárcel por mí.
Me
alejé de ella un poco, saliendo de su protector abrazo, mientras
secaba mis lágrimas con la palma de mi mano.
-
Gracias, Irina, ahora estoy un poco mejor. No te preocupes por mí,
yo… estaré bien – le dediqué una triste sonrisa antes de coger
mi café y bebérmelo de un solo trago.
Desayunamos
en silencio, antes de que me fuera a duchar y a prepararme para ir a
la Universidad.
Vaya
forma de iniciar el curso.
oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo
Me
alegraba que Sarah hubiese dejado con ese estúpido humano. No se la
merecía. De la misma forma que un lobo no se merece la luna de la
que está perdidamente enamorada y a la que aullaba su amor. Pero,
como ya había dicho, verla de aquella manera, tan destrozada…
¿Había sido tan importante aquel mortal para ella? Y entonces,
¿cómo le había podido hacer Morgan eso a MI Sarah?
La
sangre me hervía, deseaba ir a donde se encontraba ese mortal y
lanzarlo de cabeza en el Pantano del Eterno Hedor o encerrarlo en un
Olvidadero de por vida. No, eso sería demasiado piadoso hasta para
él. Se merecía algo muchísimo peor que esos horrendos destinos.
Quería que sufriera, que lamentara el dolor que le había infligido
a mi cosa preciosa, y aún así no sería suficiente para saciar mi
ira. Ese desgraciado…
Fuimos
testigos como Sarah se dirigía a la ducha, silenciosamente. Sabía
que, pese a sus palabras, no estaba bien. Bien sabía yo que un
corazón roto era difícil de curar, lo había padecido en mi propia
piel cuando Sarah me rechazó en su momento. El dolor había sido
insoportable y no había sido hasta apenas unos meses que empezó a
cicatrizarse. Solo la la idea de que esta vez pudiese ganar su
corazón había ayudado en el proceso. La certeza de mi inminente
victoria y la esperanza habían sido la clave para mí. Dos cosas que
en estos momentos Sarah carecía... aunque no por mucho tiempo.
Cuando
desapareció de nuestra vista, la amiga de Sarah se volvió hacia mí
con determinación en sus ojos verdes.
-
Cuida de Sarah mientras no estoy, yo tengo que ir a pinchar unas
ruedas y hacer unos cuantos grafitis en las pertenencias de una
asquerosa sabandija – llamas refulgían en sus ojos prometiendo la
justa retribución por la ofensa hecha a su amiga. Esta humana me
gustaba, era una digna guardiana de mi Sarah. Contaba con mi
aprobación.
-
Descuida.
No
dijo nada más, simplemente se fue hecha una furia de casa, cerrando
con un portazo tras de si la puerta.
Esa
mujer era alguien que no desearía tener como enemiga en el futuro.
Debería tenerlo en cuenta para mis futuros planes. Aunque pareciese
alguien apacible y dicharachera por fuera, esa había sido mi
primera impresión, tenía un lado fiero que me impresionó hasta a
mí, al temible Rey Goblin. Se veía capaz de hacer lo que sea por
defender a Sarah, hasta llegar a extremos insospechados con tal de
que no le pasase ningún mal. Haría bien en caerle en gracia a esta
humana. De esa forma, no pondría ningún impedimento cuando empezase
a hacer mis pequeñas jugadas para acercarme a Sarah.
Y
hablando de ella…
Algo
me decía que hoy sería un día muy fructífero para dichos planes…
oOoOoOoOoOoOoOo
oOoOoOoOo
Llegué
la primera, como siempre intento hacer, a la clase. No tuve ningún
problema de encontrarlo, gracias a que conocía cada aula de aquella
facultad como la palma de mi mano, de tantas horas que había metido
ahí.
Como
no había nadie más, escogí el sitio que utilizaría por el resto
del curso, en primera fila. Era el mejor sitio para coger los
apuntes, el mejor sitio para no tener que hablar con nadie, ya que,
de hacerlo, el profesor te cazaba a la primera. Y, como supondréis,
no me encontraba con ánimos de hablar con nadie en aquellos
momentos.
Mientras
estaba ahí sentada, preparándome mentalmente para lo que vendría
cuando la gente empezase a aparecer, saqué mi portátil y así
aparentar que estaba ocupada y no quería ser molestada.
No
me había olvidado que, desgraciadamente, Matt se encontraba en la
misma clase que yo. Tendría que enfrentarlo, verlo una vez más, con
lo que ello implicaba. Recordar lo que me había hecho. No sabía si
sería capaz de hacerlo tan pronto, la herida era demasiado reciente,
pero debía ser fuerte. No me mostraría débil ante él, no le daría
el placer de ver cuánto dolor me había infligido con su acto de
traición. Sería fuerte, pese a que en mi interior tuviese ganas de
acurrucarme en alguna parte y llorar hasta que no me quedasen más
lágrimas que expulsar de mis ojos.
Después
de un tiempo, empezó a arribar gente. Había llegado el temido
momento. Ahí estaba él, entrando en la clase como si nada hubiese
sucedido. Me había estado preparando mentalmente para ello desde la
mañana. Habría sido capaz de hacerle frente con entereza de haber
estado él solo, pero no lo estaba. Había alguien junto a él. Y no
cualquier alguien, si no Margaret. Era la chica más guapa de clase,
con sus generosas curvas que hacían que los chicos salivasen por
ella y su bello rostro cincelado por los mismos ángeles. Para que os
hagáis una idea, era como una modelo rubia como las que salen por la
televisión. Pero eso no era todo, según los rumores que había
oído, era toda una fiera en la cama. Una tigresa salvaje. Y estaba
agarrada a la cintura se Matt, de forma muy acaramelada. Dándome una
idea de con quién me había engañado, desde hace quien sabe cuanto
tiempo sin yo saber nada.
¿Cómo
podría yo compararme con ella?
La
mirada de mi ex-novio barrió toda la clase hasta que encontró lo
que sus ojos buscaban. A mí.
Vale,
realmente no estaba preparado para esto. Definitivamente no. Todos
mis planes, frases y miradas tan cuidadosamente preparados para aquel
temido enfrentamiento desaparecieron súbitamente al verlo acercarse
con Margaret. Como bien había dicho, me había hecho a la idea de
enfrentarme a él, y creía que hubiese podido llevarlo a cabo, pero
¿enfrentarme a mi exnovio y con la amante con la que me había
puesto los cuernos que ahora adornaban mi cabeza? No las tenía todas
conmigo, ni mucho menos. Y, maldita sea, venían directamente hacia
mí. ¿Qué iba a hacer ahora? No tenía escapatoria, la única
salida que había estaba justamente detrás de la pareja. Estaba
atrapada entre la espada y la pared.
-
Sarah, queríamos hablar contigo – me dijo Matt nada más llegar a
donde me encontraba –, ayer no me permitiste explicarme y desearía
poder hacerlo hoy.
-
Ya… esto es… es que se me rompió el móvil y…
-
Sarah, sé que debe de ser muy difícil para ti el tener que
enterarte de esta manera sobre lo nuestro, teniendo en cuente como me
querías, y lo siento por ti. Pero ya se ha terminado, no quiero que
haya mal ambiente entre nosotros. Quiero que seamos amigos si es que
puedes superar este duro golp… - no llegó a terminar la frase pues
alguien más se acercó a nosotros, alguien que no esperaba ver en
aquel lugar.
-
Hola, cosa preciosa, siento llegar tarde, pero he tenido problemas
encontrando aparcamiento – dijo Jareth con una sonrisa encantadora,
posando una afectuosa mano en mi hombro mientras me daba un beso en
la coronilla. Por primera vez desde que lo vi en mi apartamento, me
alegré de su presencia. Hasta pensaba perdonarle el haber sacado el
tema de los cuernos en el desayuno por esto. Vi como volvía su
mirada para encarar a la dichosa parejita –. Ah, tú debes de ser
Miguel, el ex de Sarah, la persona que ha dejado escapar a tan bella
cosa.
-
Mi nombre es Matt – pude ver como rechinaba sus dientes. Al parecer
no le había gustado que interrumpiesen su pequeño discurso, y menos
alguien que ni siquiera sabía su nombre. No estaba acostumbrado a
que la gente no lo conociese y eso le reventaba.
-
Lo que sea – hizo un ademán con la mano, dejándo claro lo poco
que le importaba su nombre, o lo que es lo mismo, su persona.
-
¿Y tú quien eres, si se puede saber? No te he visto nunca por aquí.
-
Ah, es verdad. Que descortés por mi parte. Soy Jareth, el nuevo
compañero de piso de Sarah – las palabras eran las correctas,
simples, pero el tono que empleó a la hora de decirlos daban una
connotación especial. Daban a entender, a todo aquel que estuviese
escuchándolo, que compartían algo más que el piso ellos dos.
Yo
sabía, y estaba segura de que él también, que entre nosotros no
había nada más que el hecho que compartíamos el mismo techo, pero
eso Matt no tenía por qué saberlo. Era apreciable la sorpresa que
sintió al escucharlo, una sorpresa que se vio sustituida por un
intenso odio. Había esperado encontrarme destrozada, deprimida,
hundida por el dolor de su partida. Había esperado que fuese a donde
él de rodillas, suplicándole entre lágrimas desesperadas que
volviese con él. Venía con la esperanza de destrozarme aún más,
para poder así reafirmar su hombría y sentirse un verdadero macho,
pero, en vez de eso, me encontró en la compañía de otra persona,
de otro apuesto hombre. Y eso le sacaba de sus casillas.
-
Bueno – soltó agarrando fuertemente el brazo de su pareja, quien
no paraba de babear mirando a Jareth –, tenemos que irnos, pronto
empezará la clase. Encantado de conocerte, Jareth. Ya nos veremos,
Sarah.
Fue
en ese momento que pude ver cómo era realmente. Una persona ruin y
apestosa, que no puede sentirse bien sin dañar a los de su
alrededor, y me pregunté: ¿Yo estuve enamorada de una persona como
esta? Realmente había estado muy ciega si era así. Ahora podía ver
que, la persona que tenía ante mí, no merecía ni una de las
lágrimas que había derramado por él. No se merecía nada, no se
merecía más que mi absoluto desprecio y pena por haber nacido como
el ser retorcido que era.
-
Bueno, diría que ha sido un placer también, pero mentiría. – fue
la simple respuesta de Jareth, quien le contestó con una pequeña
sonrisa ladina, disfrutando ver la ofendida cara de Matt – Y, a
diferencia de otros, yo no suelo mentir.
Tuve
que morderme fuertemente el labio para contener la sonrisa ante
aquellas palabras, que tanto habían afectado a mi ex. Juntos, vimos
como, sin decir nada más, uno se marchaba hecho una furia y la otra
volteando cada dos por tres la cabeza con una mirada deslumbrada. Así
se alejaron a sus respectivos sitios, en el fondo del aula. Le
reventaba ver que, en vez de conseguir infligirme más daño, el que
había quedado mal habían sido él en este pequeño enfrentamiento.
Sarah 1 Matt 0. Asimismo, mentiría que esa pequeña victoria no
había conseguido levantarme un poco el ánimo sombrío con el que me
había despertado esa mañana.
Ese
fue el momento en el que decidió el profesor para hacer acto de
presencia. Empezaba la primera clase. Mientras comenzaba a explicar
cómo sería el temario que darían y de qué forma seríamos
evaluados, me incliné un poco hacia Jareth, quien se había sentado
junto a mí tras el confrontación.
-
Gracias, te debo una – le susurré agradecida –. No sé lo que
hubiera hecho de no haber aparecido tú cuando lo hiciste.
-
No fue nada, tu amiga me dijo que te protegiera y eso hice – me
contestó susurrando a su vez.
Las
clases transcurrieron sin ningún incidente más. Se podría decir
que fue de lo más tranquilo. Y no podía olvidar a quien se lo debía
eso. Había intimidado tanto a Matt, que no volvió a aparecer más
para atormentarme. Parecía que me había confundido con él, con
Jareth, no era tan mala persona como creí. Debería de empezar a
darle más crédito y empezar a confiar en él. Se lo debía después
del rescate de hoy.
Como me gusta tu fanfic, no pude parar de reír cuando confundía el nombre de Matt xD jaja tenés mucho talento :)
ResponderEliminarMe gusta muchisidimo este fic y lo he releido pero no esta terminado : (
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